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<< Capítulo veintiocho: El rey de las calles >>
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Wesson.

Muy pocas veces en mi vida me planteé que el diamante blanco descubriera todo lo que hice con los años.

A mis veintidós años había creado mi propio mundo, escondido entre todo el territorio de Lucifer.

Con los años habíamos aprendido a mantenerlo en secreto, era primordial para aquellos que no querían rendirle cuentas al boss del diamante blanco que existiera un plan b a donde acudir por dinero fácil.

Mientras arriba, en el subterráneo, todo giraba en torno a Lucifer, abajo todo rendía cuentas a mi alrededor.

El rey de las calles era lo más importante para los que no querían meterse en temas muy sucios.

Cuando conocí a Dubai, supe que mi territorio quedaría expuesto muy rápido.

¿Por qué?

Porque esa adicta es un jodido grano en el culo. No se cansa hasta descubrir lo que quiere saber y muy pocas veces se rinde.

Con lo que no contaba, era que se desplomara en el suelo por la noticia que el underboss le contó.

Las discusiones y peleas iniciaron cuando a ella ya se le estaba acelerando la respiración.

—¡Yo tenía que haberle dicho, es mi mujer, no la tuya! —le gritó Lucifer histérico a su hermano.

—¡Por eso estamos en esta jodida situación, si tan solo la hubieses dejado vivir una vida normal esto no estaría pasando! —le reclamó el.

—¡No me reclames que me haya elegido a mi y no a ti! ¡Ella daría la vida por mi, y yo la daría por ella! ¡Jodete si piensas que lo nuestro está mal, ella sabe que es lo correcto! ¡Sabe que detrás de cada puta mentira, cada problema, cada discusión y cada infidelidad todo está intacto! —vociferó en respuesta.

—¡Estás obsesionado con ella, justo como lo está el hijo de puta de River! ¡Eso es lo qué pasa! ¡Que no puedes estar medio metro lejos de ella, pero siempre la jodes! —le gritó Amaro de vuelta.

—¡A la mierda con tu maldita opinión! ¡En eso se basa nuestra relación, Amaro! ¡En obsesión, en tragedia, muerte, pelea, desastre, mafia y malditos enfrentamientos! ¡Cada una de esas mierdas que vivimos, es lo que alimentan nuestra jodida relación! ¡Pero tú no lo entiendes, jamás lo harás porque nunca lo has vivido y...!

Entonces la miré. Pero ella estaba pálida y con la mirada perdida.

—¿Dubai? ¿Dubai, estás escuchándome? —le pregunté viéndola preocupado.

Sus ojos azules estaban perdidos, apagados como si buscaran algo entre el suelo. Se notaba que a penas y podía responderme, su respiración estaba demasiado acelerada.

Estaba hiperventilando.

Ella no respondió.

En cambio, apretó los labios y frunció aún más el ceño. Un temblor rápido se instaló en sus manos, sus piernas igual comenzaron a moverse.

Fruncí el ceño viéndola asustado.

¿Qué diablos...?

—¡Joder, no! —gritó Lucifer cuando sus ojos la miraron con pánico.

Entonces sin más, sus ojos se cerraron y su cuerpo se desplomó.

Rindiéndose a punto de caer en la carretera. Yo fui más rápido y la tomé en brazos antes de que cayera. Su cuerpo suelto y vuelto gelatina. Sin siquiera un poco se fuerzas o peso. Liviana como una maldita pluma.

Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora