Capítulo Cuarenta: Flash
Como todo comenzó...
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Cuatro años atrás.
Harleen.
—¿Mamá?
El silencio sepulcral reinaba en la casa. Era uno de estos obscuros silencios que lo primero que te dan son escalofríos, porque, sabes que algo malo había sucedido.
Y yo lo tenía claro, muy claro.
Había ido a buscarle más cervezas a papá. Tammy se había ofrecido a acompañarme, a ella no le gustaba que fuera sola al colmado de mala muerte que había en la avenida, así que ambas fuimos.
Cuando llegamos supe que había sucedido algo.
Normalmente en casa siempre está el sonido de la televisión de la sala encendida. Pero ahora solo había silencio, un silencio frío y seco.
Cuando crucé el umbral lo primero que hice fue pedirle a Tammy que esperase afuera.
Mi mirada recorrió el suelo, la ropa esparcida por él, las botas de papá en la esquina de siempre.
Todo se veía normal...
Hasta que la vi.
Allí, tirada en el suelo, con la cara manchada de maquillaje negro y su pálido rostro apagado y sin vida.
Mamá estaba en el suelo. Tirada como si se hubiera desplomado.
—No, no, no, no... —murmuré corriendo hacia ella y intentando ver si aún tenía pulso.
Pero lastimosamente no tenía. Había muerto ese día, por una sobredosis.
Eso lo supe después.
Pero lo que realmente supe al momento. Es que murió por la droga.
Limpiándome las lágrimas y con el corazón queriéndose salir de mi pecho, salí afuera. Donde la mirada de Tammy me buscaba preocupada.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no me dejas entrar? ¿Dónde está mamá?
—Tammy, yo... Joder —murmuré tapándome la boca.
¿Qué mierda haría ahora? No tenía a nadie.
Nadie podría ayudarnos. Nos preguntarían de donde mamá sacó la droga. Y yo no tenía ni idea. Papá está ebrio en su habitación, él no iba a ayudarnos, no podría.
Tammy es menor que yo, yo solo tengo dieciséis pero pronto seré mayor de edad y podré valerme por mi cuenta.
Ella no, ella es solo una cría. Tiene catorce. Le falta una vida por delante.
La policía nos separaría, nos alejaría y no sabría más de ella.
Podrían culparme a mí...
Eso... Eso...
—¿Harleen?
Me giré hacia ella, viéndola con el corazón en la garganta.
—Escúchame bien Tamara —me giré, el corazón me latía demasiado rápido—, Tenemos que irnos de aquí, es momento de huir.
—¿De qué estás hablando? No podemos irnos así porque si, ni siquiera tenemos a dónde ir —bufó.
—Tenemos que irnos —repetí—, Tenemos tiempo. Papá está en su habitación, saldrá cuando se le acabe la última cerveza. Podemos irnos ahora para ganar tiempo. Solo tenemos que echar a andar, y cuando veamos un auto pedimos que nos lleven a las afueras del pueblo.
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Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco).
RomanceUn amor cómo el que ella sabía dar destruía todo a su paso. Dañaba todo lo que se cruzase por su camino sin importar cuán valioso fuera. Él no sabía lo que significaba esa palabra, vivió toda su vida sin recibir una pisca de eso. Cuándo ambos supie...