<< Capítulo doce: ¿Amor o costumbre? >>
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.—¡Ya no lo soporto! ¡Quiero irme de aquí! —gritó Wesson con frustración desde afuera del probador.
Abrí la puerta mostrándole el conjunto de falda y top de cuero, arrugó su ceño casi al instante repasándome con la mirada.
—Ni de coña vas a llevarte eso.
Aburrido.
—Lo siento, querido. Pero tú no decides que compro y qué no —respondí yendo a pagar.
Sentí los pasos de Wesson detrás de mi, casi en mi hombro.
—¿No vas a quitártela? Se supone que la debes pagar.
Dime algo que no sepa, idiota.
—Que la carguen a mi cuenta —respondí sonriente, Wesson rodó los ojos siguiéndome.
Al llegar a la caja, la chica del mostrador nos sonrió. Wesson dejó frente a ella la exagerada cantidad de ropa y accesorios. La chica abrió los ojos como platos, pero sin mencionar nada, los pasó y me tendió el monitor para pasar mi tarjeta y pagarlo.
Una vez lo hice, le entregué el monitor. Con una sonrisa, me volteé caminando fuera del lugar. La tienda era bonita y sofisticada, vendía prendas muy lindas y era de mis favoritas. Wesson camino detrás de mi, me volteé para verlo y sonreí al no poder verle las manos. Estaba tan lleno de bolsas y cajas que a penas y podías ver sus brazos.
—Serías un buen mayordomo —me burlé.
—Vámonos ya. Muero de hambre.
[...]
—¿Nos mudaremos hoy? —pregunté subiendo el zip de la falda de cuero.
Wesson apareció frente a mi, recostado en el marco de la puerta.
—Sí, nos iremos ahora —asintió mirándome.
—¿Quién traerá mis cosas?
—Masón.
La simpleza en su voz me hacía querer matarlo.
No soportaba a Masón, y él lo sabía, así que lo hacía por fastidiarme. Puse los ojos en blanco, el se acercó a mí. Sus ojos conectaron con los míos.
—Si sigues rodando los ojos así, te quedarás ciega —gruñó.
—Cuando dejes de hacerme rodarlos, me detendré.
Wesson se apartó de mi, y me dio la espalda. De la nada, camine hasta el y acabe por intentar inmovilizarlo.
Wesson reaccionó antes y me tuvo acorralada entre la pared antes de lo que imaginé. Su pierna estaba entre las mías, su respiración chocando con la mía y sus ojos clavados en los míos. Sin mencionar su mano derecha en mi cuello.
—Ni siquiera lo intentes.
—Pensé que eras más aburrido, Wesson —susurré cerca de sus labios. Su ceño fruncido se mantuvo en su lugar.
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Rotten | Libro 1 (Saga Diamante Blanco).
RomanceUn amor cómo el que ella sabía dar destruía todo a su paso. Dañaba todo lo que se cruzase por su camino sin importar cuán valioso fuera. Él no sabía lo que significaba esa palabra, vivió toda su vida sin recibir una pisca de eso. Cuándo ambos supie...