Observó desde uno de los sillones cómo dormía el Comandante X, aún en su cama, tapado por la sábana blanca por la que se le podían ver a través de ella los músculos de su torso. No miró más abajo, sabía perfectamente que aquella ropa de cama no cumplía bien con la función de tapar los cuerpos. Menos los desnudos.
El día anterior había sido extraño, más porque no había podido controlar algunos de sus impulsos asesinos. Aquella mañana había pensado que con matar al príncipe ese estaría contenta durante una semana. No resultó ser así. Menos tras la conversación con Raziel. Menos aún tras hackear las cámaras del edificio y mirar lo que sucedía en el despacho del arcángel; aquel hijo puta quería espiarla, aquel hijo puta quería ponerla en evidencia, aquel hijo puta quería descubrir sus secretos y destruirla. No había sido su intención hacerle daño a Niueh, tampoco lo había sido tener sexo con el comandante, pero ya había sucedido. Ya no podía cambiar sus actos. El pasado era el pasado y no se podía cambiar.
Sin embargo sí que se podía aprovechar de él. Ya que algunos la habían visto en su forma demoníaca, haciendo cosas supuestamente demoníacas, se encargaría de hacer que aquella demonio pusiera patas arriba el reinado de Raziel; tal vez ese iluso pensara que podía contra ella. Pero no. Nadie podía. Gab había asesinado a todos aquellos que podrían ser una amenaza para su vida cuando era mucho más joven.
Un plan empezó a fraguarse en su mente. Tenía que hacer que todos los ángeles sintieran la necesidad de encontrar al demonio, no solo porque era su deber sino porque la criatura habría herido a gente que muchos quisieran. Para eso tendría que formar parte de todos los grupos de amigos para dañar a uno de cada. Tal vez, de esa manera, alguno conocería a alguien que le importara al arcángel. Y ella iría a por ese alguien. Tenía que encargarse de dañar a Raziel, de esa manera este se centraría tanto en el demonio que dejaría de prestarle atención a ella. Una vez decidido eso, tenía que centrarse en el otro problema: que el Comandante X no pudiera decir nada sobre ella, porque por la noche se había descontrolado y no estaba del todo segura de si él le había visto con su verdadera forma o no. Lo mejor era precaver.
Solo cuando se acercó a él se percató de su desnudez. Suspiró con cansancio y se alargó al armario, dudaba que al comandante le gustara verla de nuevo sin ropa. Gab cogió las primeras prendas que encontró, unos vaqueros y una camiseta blanca; esta última estaba manchada de sangre y vísceras, por lo que la desechó de inmediato, cogiendo una negra.
Por fin, se aproximó al comandante y le observó dormir. Su rostro era de facciones tan suaves que casi parecían infantiles, lo único que estropeada su cara era su ceño fruncido y sus labios apretados. Aún así, reflejaba una inocencia y una ingenuidad que, aunque Gab nunca la había sentido, siempre había querido tener. Parecía un niño, un niño que sabía cómo matar y defenderse de la muerte, pero un niño al fin y al cabo. La arcángel se estremeció de nostalgia y lo que planeaba hacer se disolvió como la sal en el agua. No podía matarle. No mientras durmiera de esa manera. No mientras representara lo que ella había perdido y nunca recuperado. No cuando era la imagen de la pureza. Una pureza que añoraba.
Así que solo le quedaba una opción. La verdad era que no la había usado casi nunca, tal vez una o dos veces. Nada más. Maldijo su propia debilidad en voz baja.
- Despiértate - fue solo un susurro pero Gab sabía que el comandante haría lo que ella le exigía. No tenía otra opción. No después de intimar con ella.
El Comandante X abrió los ojos y la arcángel vio que tardaba un rato en terminar de enfocar y recordar todo lo sucedido. Cuando lo hizo, Gab observó como se alejaba de ella inconscientemente.
- ¿Qué eres? - El ángel no pudo evitar preguntar lo que ella tanto temía.
- ¿Qué crees que soy?

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Ciudad de Sangre
Fantasy"Él no es tu enemigo. Tú lo eres." Asteria es una humana, vendida por su familia a un burdel de niña, que intenta encontrar un camino hacia su libertad en un mundo lleno de criaturas infinitamente más poderosas que ella. Lo que empieza como una odi...