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Giró su cabeza bruscamente hacia atrás en el mismo momento en el que las luces de la habitación de las cámaras se encendían progresivamente. Sus ojos parpadearon un par de veces para poder ver bien después de haber estado trabajando en esos ordenadores a oscuras.

Lo primero que vio de quien acababa de entrar fue su piel morena que se escondía en una única bata blanca. Después pudo distinguir las curvas de un cuerpo y más tarde sus ojos de un color entre el azul oscuro y el negro y su cabello rubio recogido en un moño alto semi deshecho. 

- ¿Qué haces aquí, Kiedraw?

- Podría hacerte la misma pregunta - su voz tembló un poco y el ángel pudo ver que le estaba costando mucho no perder la compostura.

Le echó un vistazo al ordenador, donde los vídeos estaban terminando de eliminarse y luego la miró a ella. Suspiró entre dientes y, sin apagar el ordenador para que se fuesen borrando, se levantó y abrazó a la elfa negra.

- Kie... ¿Qué ha pasado?

Ella negó con la cabeza, intentando restarle importancia al asunto; sin embargo, Axtah sabía perfectamente que lo que fuese que hubiese pasado sí que era importante para ella.

- Tranquila, estás a salvo, yo estoy aquí contigo, no voy a dejar que te pase nada - se separó un poco y clavó sus ojos en el rostro de su amiga.

- No, no puedes protegerme.

- ¿Por qué?

- Porque no puedes protegerme de mí misma.

- ¿Qué estás haciendo que te está matando, Kie?

- Fue mi elección y - un hipido, de tanto aguantar el llanto, salió entre sus labios, que los tenía destrozados de arrancarse los pellejos por culpa de la ansiedad - y, supongo que lo sigue siendo porque todavía no me he negado. Y nunca lo haré.

- ¿Negarte a qué?

La elfa volvió a negar con la cabeza, negándose a contestar.

- Está bien, está bien... - le acarició la espalda con cuidado, intentando calmarla todo lo posible.

Ella rompió en llanto y dejó caer todas sus lágrimas sobre el hombro del ángel, abrazándole con tanta fuerza que Axtah estaba seguro que le quedarían marcas de sus uñas.

- Si me dices algo que hagas o que suceda justo antes de que tú vayas a volver a tomar esa decisión, tal vez pueda ayudarte a no hacerlo.

- No puedes.

- Algo que suceda, algo que hagas, algo que...

- No se puede prevenir.

- Siempre se puede prevenir - sus ojos se oscurecieron, dándole un matiz lúgubre al rostro siempre sonriente de Axtah.

- No se puede - le contestó entre sollozos.

- Tiene que haber una solución.

- No se puede. No se puede. No se puede. No se puede - Kiedraw repetía aquella frase como una retahíla. 

- ¿Por qué?

- Ya no se puede, Ax, ya no - la elfa oscura se separó de él y clavó en sus ojos claros los de ella, ahora de un color tan negro como la noche más oscura.

- ¿Qué hiciste? - Cuando vio que no quería responder, le insistió, pero con una voz más dulce, invitándola a contárselo - ¿Qué hiciste, Kie?¿Qué hiciste que ahora te está matando por dentro de una manera de la que nada ni nadie más puede?

- Yo... m-me enamoré - fue solo un susurro, una aliento contra el pecho del ángel, Kiedraw intentaba esconder su rostro de las luces que ella misma había encendido.

Ciudad de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora