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La respiración calmada de Tynan y los jadeos nerviosos de su hermano eran lo único que podía escuchar mientras el hada los conducía fuera de su reino subterráneo. Aunque supuestamente tenían una coartada creíble, incluso ella no podía quitarse de encima aquella estúpida sensación de anticipación y nerviosismo. Ese era el día en el que todo iba a cambiar. Solo había dos opciones, realmente. O ganaban la batalla y su guerra comenzaba al fin, o ella y toda su familia morían. No había más opciones. O todos sobrevivían o todos morían. Puede que Aliah y Lucifer pensasen que existía la posibilidad de que solo uno o dos salieran andando del puñetero atrio, pero si uno de ellos moría, ella no podría controlar la Garm. Y si no la controlaba, aunque fuese un poco, esta acabaría con Gab también. Se obligó a respirar hondo y a continuar el camino por los túneles con rapidez, exhortando a los dos machos a que aceleraran el paso.

En cuanto Tynan abrió la puerta de la pequeña e irrelevante casita que conectaba con su reino, Aliah los cubrió a los tres de oscuridad con tal esmero que parecían ser parte de sombras naturales causadas por el sol y el porche.

- Buena suerte –. El Rey de las Sombras inclinó la cabeza ante ellos –. Os estaré esperando. Si no habéis vuelto cuando anochezca mandaré a mi gente a recoger vuestros cuerpos para poder daros una sepultura digna.

- ¿Tanta fe tienes en nosotros? – Aliah esbozó media sonrisa.

- ¿Preferirías que tu humana estuviese culpándose toda su vida porque no nació suficientemente poderosa como para ayudarte en la batalla y ni siquiera pudo honrarte como te mereces tras la muerte? Si es así, no tengo ningún problema en no arriesgar la vida de mis soldados para ir contra tres arcángeles que, en ese caso, habría matado a la puta Garm.

- Más te vale hacerlo. Y protegerla con la vida de tu gente y la tuya propia si es necesario. Y si... si muero, asegúrate de que sabe que no es culpa suya y que fue mi decisión, por lo que la culpa recae sobre mí.

- Lo haré. Eso puedo hacerlo. Buena suerte –. Con un suspiro, el hada abrió la puerta y volvió a desaparecer dentro.

- Me voy a encargar personalmente de que sobrevivas, ¿te queda claro? – Gab alzó su mano para acariciarle la mejilla – Te juro que haré lo que sea necesario para que puedas volver a ella.

Aliah solo asintió, la mandíbula apretada con decisión y un brillo en sus ojos que probablemente era las lágrimas que no estaba permitiendo que saliesen. Le hizo un gesto con la cabeza para que avanzase, con cuidado de no hacer ruido. Ella solo exhaló y le siguió con decisión.

Estuvieron ante la pirámide en menos de diez minutos. Gab transformó sus dedos en las garras negras de la Garm y arañó la superficie de la estructura tres veces seguidas. Esa era la señal que Tynan le había dado a Lucifer para que supiese que debía salir.

Cuando se giró a ver si su hermano estaba listo para, finalmente, conocer a su padre, se lo encontró con los ojos cerrados y su cara levantada al sol naciente. Aunque su oscuridad le envolvía y, técnicamente, la luz no llegaba a su rostro, él continuaba disfrutando de la calidez del día. Del día que, tal vez, fuese el último.

Suspiró y apartó la mirada. Fijó sus ojos en la puerta por la que se suponía que su padre tenía que salir. Aliah ya la había recubierto de oscuridad solo por si acaso.  Más oscuridad salió por esa misma puerta al abrirse y dejar pasaral demonio que estaban esperando.

- Gab – inclinó su cabeza como saludo. Sus ojos se fueron directamente a su hijo y el hielo de estos se cristalizó. Lucifer parpadeó un par de veces y el azul volvió a su color normal – ¿Aliah?

- Lucifer –. Su hermano abrió los ojos y miró a su padre, no había ningún tipo de calidez en su mirada –. Vamos a encargarnos primero de esto y luego ya hacemos toda esa mierda padre-hijo.

El demonio tragó saliva y apretó la mandíbula, pero no se negó.

- Os sigo – fue todo lo que dijo.

Aliah fue el primero en empezar a andar, sin girarse ni una sola vezpara ver si los seguían. Gab le hizo un gesto con la cabeza a supadre para que él fuese en medio.

Avanzaron pegados a las paredes de los edificios que formaban lascalles, optando por los callejones y las calles residenciales en vezde por las avenidas. La oscuridad podía darte una cuasiinvisibilidad, pero no podía hacer nada para disminuir el ruido casiinaudible de sus pisadas y respiraciones.

Aliah solo bajó el ritmo cuando el edificio donde su dormitorio yel de Axtah y los demás había estado se irguió ante ellos. Esperóa que los tres se uniesen detrás suya e hizo un gesto con la manopara que lo siguieran con rapidez. Cruzaron bien juntos la calle yllegaron por fin a la plaza central, coronada por el rascacielos deRaziel. Gab podía oír los atronadores latidos de su hermano, quenunca antes había estado en una batalla abierta contra gente muchomás poderosa que él, no como su padre y ella habían estado ysobrevivido. Pero él no se amilanó y la arcángel solo pudoenorgullecerse de él, aunque supiese que solo hacía esto por unahumana que acabaría por morir mucho antes de que él siquieramostrase signos de envejecimiento.

Avanzaron con mucho más cuidado, sigilo y lentitud por la plazahasta pararse ante las puertas de cristal y mármol del atrio. Aliahse giró los miró y asintió, diciéndoles que estaba preparado.Lucifer asintió también. Los dos miraron a Gab y ella se permitiósonreír salvajemente y dejar que un poquito de la Garm se reflejaseen sus ojos de hielo.

Aliah y ella se refugiaron en la oscuridad de él y se prepararonpara entrar en el atrio en cuanto saliese o entrase alguien. Ya solofaltaba estar allí dentro para que el show de Lucifer empezase.

Y entonces solo tendrían que matar a tres arcángeles.

Ciudad de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora