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Después de haber tenido que mantener esa conversación con Aliah, se había ido directo a dormir, intentando ignorar el hecho de que Handah había celebrado una de sus magníficas fiestas sin él. Por suerte, el sueño lo recogió pronto: el día, y la noche, anterior habían sido muy, muy, muy largos. Demasiado largos. 

Despertó sobresaltado con un grito de Handah que casi le reventó los tímpanos. Su voz estaba diseñada para matar a la gente de un chillido, de eso Axtah estaba completamente seguro. Se levantó de un salto y se vistió con la misma rapidez, ese nuevo día estaba tan ocupado como el anterior y todo por la visita de una arcángel.

Salió a la sala común, donde se había celebrado la fiesta. En ella ya solo quedaban Handah y Niueh, un semi ángel que tenía unas pequeñas alas, demasiado pequeñas para su gusto, corto cabello pelirrojo con suaves rizos y unos brillantes ojos esmeraldas. Como no era completamente ángel no tenía poder sobre el aire ni sobre el agua. Su madre había sido una sílfide de la tierra, por lo que había llegado a manejar ese elemento un poco. A pesar de no tener casi nada de poder, no lo necesitaba, pues era el mejor francotirador y esgrimidor de casi toda la Guardia. De hecho, estaba seguro de que si él hubiera sido un ángel completo, Niueh ocuparía ahora su puesto. 

- ¿Qué tal tu noche? - Le preguntó alegremente la ángel, se dio cuenta entonces que ella pensaba que había estado en la fiesta.

- Trabajando - no pudo evitar ser un poco seco.

- Oh. No lo sabía - sospechas confirmadas -. ¿Has visto a Kiedraw? Le perdí el rastro en mitad de la fiesta.

- Querrás decir que le perdiste el rastro cuando empezaste a besarte con Juiah. 

- A mitad de la fiesta.

- Sigo sin entender que le ves a ese ángel.

- ¿Celoso, Niueh? - Handah le provocó con una sonrisa traviesa en su rostro.

- No estoy celoso.

- Ya, seguro - el sarcasmo rezumaba de la voz de la joven. 

La puerta se abrió de golpe y descubrió a la elfa negra detrás. Kiedraw tenía todo el pelo despeinado y la ropa a medio poner. Llevaba el sujetador en una mano y los tacones en otra. 

- ¿Dónde mierda estabas? - La chillona voz de Handah llenó la habitación de nuevo.

Kiedraw solo se dejó caer pesadamente en el sofá con un suspiro.

- ¿Tú que crees?

- ¿Y qué tal?

- Ella es buenísima, me ha dejado destrozada pero ha sido fantástica. 

- ¿Ella? - Axtah se encontró a sí mismo preguntando eso. Nunca había pensado que la elfa no fuera heterosexual. 

- Creía que lo sabías: soy lesbiana. 

- ¿Y quién es esa tan buena?¿Es también homosexual? - Niueh ya estaba metiendo sus narices en busca de alguien.

- No, es bi. 

- ¿Y quién es?

- Gab.

- ¿Gab? No conozco a ninguna Gab.

- Gab viene de Gabriel, estúpido. 

- ¿Te has acostado con una arcángel?

- Hemos quedado en que somos amigas con beneficios, así que si algún día no vengo, ya sabéis donde estoy. 

- Joder - la cara de Handah ya decía de por sí lo rara que le parecía la situación -. ¿Pero, en serio?

- No, te estoy mintiendo en toda tu cara - replicó, irónica. 

- Solo lo pregunto porque es un poco extraño que una arcángel se... se acueste con gente poca cosa. 

- Así que ahora soy poca cosa, ¿quieres que te recuerde lo de...?

- No, gracias - la cortó antes de que pudiera continuar. Niueh y Axtah se miraron sin comprender.

La puerta se volvió a abrir, solo que con más delicadeza que la vez que la había abierto Kiedraw. Tras ella se encontraba la arcángel de la que antes estaban hablando.

- ¿Interrumpo algo? Me han dicho que este era el barracón del comandante. 

- Sí, así es. ¿Sucede algo? - Contestó, intentando no parecer que sabía de la falta de cordura de la arcángel. 

- Solo necesitaba discutir con usted sobre la gente que pondrá a cargo de mi seguridad, porque yo no me traje a nadie y todo eso - sacudió la mano ante sus ojos e hizo una mueca graciosa con los labios, ambos gestos decían que le importaba bien poco todo aquello y que solo lo estaba haciendo porque pertenecía a las normas del territorio en el que se encontraba -. ¡Oh! Hola Kie - saludó a la elfa con una sonrisa mientras los demás intentaban no quedársela mirando como si hubiera perdido el cerebro. Kiedraw respondió a su saludo con una inclinación de cabeza -. A lo que iba, también me gustaría que cuando puedas le digas a Raziel que me comunique cuando va a hablar conmigo porque al final ayer no pudo y es... es por irme organizándome. Ya que, por una vez que estoy fuera de mi helada ciudad, pienso dedicar parte de mi tiempo a disfrutar de las cosas que allí no hay pero aquí sí y.. bueno, creo que me echo un lío yo sola. Simplemente que me gustaría tener a los de mi seguridad esta tarde y lo del mensaje a Raziel, ya está. 

- Como deseéis, señora.

- Gracias. Oh, y ¿Kie?

- ¿Gab?

- Nos vemos esta noche - la sonrisa de la elfa se agrandó.

- Allí estaré.

Ciudad de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora