Ciudad de Sangre

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Era una casa. Una casa tan normal como todas las de aquel puñetero barrio, ni siquiera era de las más bonitas o de las más grandes. Solo una pequeña y estúpida casa con un pequeño y estúpido porche de madera antes de la puerta.

¿Y ahí es donde se suponía que vivía el más sangriento y cruel rey de todas las puñeteras hadas?

La arcángel, que se suponía que ahora era su hermana, ni siquiera se dignó a llamar a la puerta, simplemente entró y les instó a seguirla. Asteria se removió a su lado, no muy convencida con la situación, pero aún así, aferrándose a su mano como si le fuera la vida en ello entró en la vieja y polvorienta casa. Murmurando obscenidades, él la siguió. Ni siquiera sabía porqué cojones estaban haciendo aquello, en la puñetera plaza estaban bien.

Gabriel les guió por un largo pasillo hasta una puerta negra, que abrió con una sonrisa. Una sala oscura se abría ante ellos. Aliah podía notar la desconfianza y la tensión solo en la posición de las alas de Axtah, cerradas con fuerza casi como si quisiera asegurarse de que nadie pudiese pensar que fuera a ser una amenaza pero con suficiente fuerza como para que fuera obvio que desearía estar en posición de alerta o ataque. Pese a eso, el comandante fue el primero en entrar en aquella lóbrega estancia. La arcángel les hizo un gesto a Asteria y a él para que pasaran también.

- Si alguno acaba siendo herido, te juro que desearás estar muerta mucho antes de que haya terminado contigo - apenas fue un susurro cuando pasó por su lado, pero Aliah sabía que su supuesta hermana le había escuchado.

Ella no dio muestras de haberlo hecho, aún así.

La arcángel entró la última y la puerta se cerró con violencia tras ella, pese a que todos pudieron ver que no la tocó. Varias antorchas se fueron encendiendo a lo largo de un corredor que antes no habían sido capaces de discernir, al fondo del pasillo pudieron distinguir unas escaleras descendentes de caracol. Gabriel ni siquiera parpadeó ante ello y simplemente continuó andando.

Solo cuando dejaron de verla, al haber bajado ya un buen trecho de las escaleras, Aliah apretó la mano de Asteria con fuerza y se apresuró a seguirla. Detrás suya pudo escuchar los casi inaudibles pasos de su humana extraña y los inseguros de Axtah.

¿Cómo cojones había acabado en una situación tan complicada?

 Llegaron al refugio que les había dado Tynan conducidos por dos machos feéricos, ambos de piel, cabello y ojos oscuros. Ninguno de los dos dijo nada en todo el camino, una razón por la que Asteria se pegó más a él mientras andaban por los oscuros túneles de roca negra y suelos de gravilla. Aliah no sabía cuánto tiempo habían tenido que caminar para poder llegar ese pequeño lugar en el que tendrían que estar confinados durante al menos dos semanas, pero estaba completamente seguro de que se encontraba en el subsuelo de alguna parte cercana a los alrededores de la ciudad. Pero seguro que no estaban debajo de la misma, por muy intrincados que los pasadizos fuesen.

El refugio estaba excavado en la roca y nadie se había molestado en revestirla con cemento ni madera, ni absolutamente nada por lo que las paredes eran irregulares y tenían trozos de roca que sobresalían, puntiagudos y afilados. Al menos, alguien se había molestado en pulir el suelo. Había solo tres habitaciones, una de ellas era la mitad de todo el recinto y contaba con una mesa y cuatro sillas, así como un sofá viejo y raído delante de algo que Aliah solo podía suponer que era una chimenea. Las otras dos habitaciones tenían tan solo dos catres y una bañera excavada en roca junto a los únicos suministros de agua cada una. Pronto dividieron las habitaciones por género y dejaron las pocas pertenencias que cada uno se había traído en bolsas de viaje en distinto grado de descomposición sobre cada uno de sus catres.