48

3 3 0
                                    

Aliah observó caer a Asteria con creciente horror. Su cuerpo hizo un sonido que nunca olvidaría al chocar contra el suelo. No podía moverse. No podía gritar. No podía hacer absolutamente nada salvo mirar y mirar cómo la sangre empezaba a formar un charco alrededor de su cabeza.

¿Por qué se habría matado?¿Por qué había sentido que tenía que hacerlo? Aunque les hubiese dado el Medallón, ellos hubiesen podido liberarse en no mucho tiempo y volver a pelear para obtenerlo, ¿es que acaso no tenía esperanza, aunque fuese la más mínima? ¿Por qué se le ocurriría hacer semejante acción?

Sintió la bilis subir por su garganta, pero no podía moverse, ni siquiera para tragar saliva. No podía hacer nada salvo mirar el cuerpo de la humana extraña que, de alguna manera, le había visto, y había confiado en él aun cuando eso fuese lo más peligroso que pudiese haber hecho. Ni siquiera sabía si podía respirar. Suponía que sí, porque todavía estaba vivo. ¿Por qué estaba él vivo y ella no? Debería haber sido al revés. Se lo había intentado decir, pero no había podido hablar y ella tampoco le hubiese escuchado. No, Asteria siempre había sido demasiado testaruda de lo que debería. ¿Cómo iba a vivir ahora él?¿Acaso podría? Existir, bueno, tal vez sería capaz de mantener su cuerpo con vida. Pero vivir no es lo mismo que existir y dudaba mucho que los Dioses fuesen tan compasivos como para darle más de una oportunidad para hacerlo.

- Aliah – La voz preocupada de Axtah casi consiguió que dejara de mirarla, pero no fue suficiente.

La cabeza de su amigo entró en su línea de visión entonces, tapándole el cadáver de su humana. Tenía los ojos demasiado brillantes y sus pupilas todavía delataban el terror que había sentido antes. Se preocuparía por él más tarde. Si es que había un más tarde para él. Si es que volvía a verlo. Si es que los tres arcángeles no los mataban a ellos ahora.

Axtah le agarró la cara con sus dos manos y fue en ese momento cuando Aliah fue parcialmente consciente de que no tenía cadenas y, por tanto, lo mismo él tampoco. No es como si fuera a marcar mucha diferencia porque no creía que fuese capaz de moverse todavía. Tal vez no volvería a moverse nunca más. Decían que tres días sin agua mataba a una persona. Esperaba que pudieran dejar el cadáver de Asteria tres días en el atrio, así quizás podría ir tras ella.

- Aliah, tenemos que irnos de aquí.

El ángel no tuvo la energía suficiente como para reaccionar lo más mínimo. O lo mismo ya ni siquiera le importaba. No es como si hubiese nada más importante que lo que este maldito y jodido mundo acababa de perder. ¿Y todo por qué? ¿Por un estúpido Medallón? ¿Por una responsabilidad que ella ni siquiera había querido en primer lugar? Por Aliah, todos podían morir en ese mismo instante. Por Aliah, el mundo podía desaparecer y seguiría siendo incapaz de que le importara una mierda. Por Aliah, estar muertos hubiese sido un destino mejor. Y al mundo más le valía haber desaparecido cuando saliera de este estúpido trance y supiera todos y cada uno de los que le habían hecho creer que morir era su única opción. Y cuando ya hubiese terminado con ellos... tal vez entonces pudiese encontrarla. Ojalá pudiese encontrarla. Si supiera que iba a poder, lo haría. De inmediato. En cuanto encontrase las fuerzas para moverse de nuevo.

Sintió cómo Axtah intentaba levantarlo, pero él no podía ayudarlo. Apenas si notaba que le estaba tocando. ¿Gab o Lucifer les habían derretido las cadenas? ¿Habían sido los arcángeles? ¿Las seguía teniendo él? No era consciente de nada. Ni siquiera sabía cuanto tiempo había pasado desde que había caído. Y ahora Asteria, su Asteria, su humana extraña, estaría tan fría... Y no volvería a moverse y a insultarle y a reírse de él y a discutir con él por la más pequeña gilipollez.

Solo ese pensamiento provocó que sintiera como si lo hubiesen partido por la mitad. Hasta llegó a bajar un poco la cabeza para ver si había sucedido de verdad. Pero no. Seguía atrapado en este estúpido mundo que le separaba de ella.

Ciudad de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora