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Si la situación ya era de por sí molesta, toda la gente que se congregaba a su alrededor, la hacían infinitamente peor. Sí, sí, sí... Aliah entendía perfectamente el significado de la palabra curiosidad. Simplemente no entendía porqué todos los ángeles del edificio habían decidido ponerla en práctica. Debían darle un descanso, no era necesario que la estuviesen utilizando todo el rato. Pobre palabra...

No dudó ni un momento en ponerse su máscara de indiferencia, no le apetecía en absoluto que vieran lo mucho que le molestaba que hubieran decidido culparle a él sin ninguna prueba. Vale, era cierto que había tenido un encontronazo un "poquito" violento hacía poco con él, pero había salido con vida. Cuando le habían dicho que Hiut había muerto, lo primero en lo que pensó no fue en que lo estaban culpando a él de su muerte, sino en "¡Qué alegría!¡Por fin ha decidido largarse al Otro Lado!". Suspiró entre dientes, agobiado por la enorme cantidad de ojos posados en él. Trataba de mantenerse firme y con la apariencia de que aquello le resbalaba mientras intentaba, en vano, convencer a los ángeles de que no había matado al príncipe de los elfos. Sabía que era poco creíble, pero no le importaba mucho. De hecho, eso sí que le resbalaba. 

Tras momentos interminables, que Aliah creía que en realidad solo fueron un minuto o dos, Axtah llegó a la sala. Su primera reacción no fue preguntar qué mierda estaba sucediendo, como todos los demás habían hecho, sino negar con la cabeza mientras un atisbo de sonrisa aparecía en sus labios. Como si simplemente supiera que Aliah había roto alguna regla de nuevo. Cosa cierta, aunque no hubiera infringido la que el resto pensaba que sí. Tampoco iba él a iluminarles contándoles cuáles había incumplido y cuáles no, porque acabaría de todas formas en una celda, y no le apetecía precisamente. El comandante se dirigió a Asaliah, el ángel que dirigía el arresto, por llamar de alguna manera sus ridículos intentos de ello. 

- ¿Qué ha hecho ahora? - Le preguntó el comandante. Él los escuchaba a duras penas, ya que el resto de ángeles hablaban y  murmuraban a su alrededor. 

- Lo dices como si no fuera a tener importancia.

- Estamos hablando de Aliah, nada lo tiene. ¿Qué ha hecho y qué vais a hacer con él?

- Por el momento solo arrestarle - Axtah se rio entre dientes. Fue ahí cuando Aliah se percató de una nota amarga en su risa, normalmente jovial, y en sus ojos, habitualmente llenos de luz.

- ¿De qué te ríes, comandante?

- De tus intentos porque Aliah te haga caso. Y, ahora, vuelvo a mi pregunta, ¿qué ha hecho?

- ¿Qué sucede? - Una voz femenina y con un suave toque de soberbia y arrogancia interrumpió la conversación de Asaliah y Axtah. Provenía de un ángel femenino de largo y brillante cabello rubio casi blanco, que volaba a su alrededor como una cortina de nieve. Los rasgos de su rostro eran marcados, duros y afilados, más cortantes que una espada. Sus ojos eran dos témpanos de hielo, que relucían por la luz que dejaba pasar el cristal de la puerta. Sus níveas alas estaban en posición de alerta, sus raíces un poco más oscuras que el resto. 

- Arcángel Gabriel - así que esa es la misteriosa arcángel... -, comandante - Asaliah soltó el título de este último con retintín -. Se ha notificado hace una hora la desaparición y muerte del príncipe de los elfos de Ciudad de Sangre. Nuestro señor Raziel ha dado la orden de captura de Aliah, hijo de Lucifer, ya que todos excepto puede que usted, señora, sabemos que no se soportaban mutuamente, por lo que es el único sospechoso. 

- Interesante... - Aliah entornó los ojos con escepticismo, la arcángel podría ser mucho más concreta, podría compartir con todos esa extraña cosa tan interesante que él no veía por ningún sitio.

- ¿Y se puede saber qué es tan interesante, señora? - Axtah replicó, con una mordacidad que Aliah no creía que tenía, pero sin abandonar el respeto que debía profesarle a todos los arcángeles.

Ciudad de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora