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Durante un instante se vio incapaz de respirar, una gota de sudor frío se deslizó por su cuello mientras miraba sin parpadear a aquella arcángel que había resultado ser bastante más que eso. ¿Por qué todos estaban tan obsesionados con su puñetero colgante? Abrió la boca para intentar llenar su cuerpo de aire más fácilmente pero su garganta estaba cerrada y se negaba a obedecerla.

Sintió una mano rugosa y cálida apoyarse en su espalda, una oleada de calor consiguió que la rigidez de un frío que no se había dado cuenta que tenía desapareciese. Un trémulo hilo de aire escapó de ella y, esta vez, pudo respirar de nuevo.

 - ¿El Medallón Medialuna? ¿Son esos tres arcángeles los que quieren utilizarlo? - por suerte, Aliah preguntó por ella. Asteria elevó la mirada y le dio las gracias con los ojos.

- Sí. No sé con cuánto apoyo cuentan ahora, pero por lo que sé, sí. Sólo ellos tres: Raziel, Remiel y Miguel.

- Hay que matarlos.

- ¿Porqué querrías matarlos, Aliah? - Asteria se giró para ver la expresión confusa de quien había descubierto que era un amigo del angelote.   

- Porque yo tengo el Medallón.

La arcángel se dio la vuelta y clavó sus ojos de aquel celeste tan frío en ella, escaneándola con tal de ver si lo tenía encima.

- Ahora mismo Aliah y yo lo hemos escondido en la plaza, no podemos dejar que nadie lo utilice.

- Entiendo que mi hermano no quiera que se use porque no quiere ser
arrastrado a un mundo inhóspito y desconocido pero tú eres humana. Teniendo en cuenta cómo vivís mientras nosotros estamos aquí, ¿por qué no querrías que desapareciésemos?

 - Si vosotros os vais de la Tierra, esta volvería a ser como era antes de vosotros: caos, sangre y cenizas. Un mundo devastado por una humanidad sin escrúpulos que decidió explotar este mundo hasta que se murió incluso antes que nosotros. No voy a quedarme en un mundo donde el agua es sangre y la comida cadáveres.

- ¿Es eso lo que sucedería? - Axtah la miraba como si no acabarade creérselo pero aún así supiera que no mentía.

 - Si Asteria lo dice es porque es verdad, Ax.

- Entonces no podemos dejar que lo encuentren.

- No - la arcángel estuvo de acuerdo -, no podemos dejarles. Deberías marcharte lejos, humana, muy lejos. A una parte de este mundo al que no se atreverían a acercarse. Ninguno de nosotros tres quiere abandonar nuestro hogar y tú no quieres vivir en tal desolación así que tienes que desaparecer, como si nunca hubieses existido.

- Eso es imposible. Mi familia está muerta porque alguno de esos tres arcángeles sabía que tenían el Medallón. Y saben que los metamorfos que mandaron a usurpar la identidad de mi familia no lo han encontrado.

- Así que van detrás de ti - el amigo de Aliah habló con unadulzura inesperada, como si supiese exactamente lo que era eso -. ¿Te han hecho daño? ¿Es por eso por lo que Aliah se fue contigo?¿Para protegerte?

- No. Vino para ayudarme a matar a mi familia, una vez allí ya descubrimos que eran metamorfos y que todo gira en torno a mi Medallón. Aliah casi muere dos veces, yo una. Si no fuese porque soy amiga del Clan de licántropos de mi pueblo y que son expertos en medicina avanzada, no habríamos podido salir de Melmener. O, por lo menos, no tan rápido.

- ¿Estáis bien los dos ahora?

- Sí, descuida. Por lo menos, estamos mejor que tú, Axtah.

- Estoy bien.

- Por mucho que te lo repitas no va a ser verdad, comandante – la voz áspera de Gab solo compartió una verdad que, en el fondo, ya todos sabían. Se volvió hacia ellos –. Hay que destruir ese medallón. Para que no lo puedan utilizar, para que nadie, nunca, pueda.

Ciudad de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora