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Las llamas se movían con delicadeza, refulgiendo con tonos amarillos, naranjas y carmesíes. No levantó sus ojos de ellas, a pesar de saber que Asteria estaría a punto de llegar después de darse una vuelta por Melmener con el lobito. Gruñó con odio mientras intentaba que las sombras de su interior no lograran llegar a la superficie, a pesar de lo que se pensaba, eran mucho más letales que muchos otros elementos y nadie quería una masa de oscuridad desatada en un pueblo de humanos. Controló su respiración y siguió observando las llamas moverse en su flamígera danza. 

La puerta se abrió apenas unos segundos más tarde y Aliah no pudo evitar tensar todo su cuerpo al escuchar la sintonía de risas del lobito y de la humana extraña. Apretó la mandíbula, intentando contener las ganas de lanzarlos de vuelta a donde quiera que hubieran estado  antes con una ráfaga de su aire. Construyó con rapidez una máscara de indiferencia, no iba a dejar que se dieran cuenta de la rabia que le provocaba ese estúpido arrogante lobo de pacotilla y la estúpida creída humana de mierda que había contado sus secretos, sus cosas, a quien no debía. A pesar de sentir, más que ver, a Asteria sentarse en el sofá a su lado, no se giró ni la saludó, sino que hizo como si no existiera.

- Angelote - la humana lo llamó, pero Aliah decidió seguir mandándola a la mierda, ni siquiera creía que ya fuera a ayudarla a matar a su familia. Para eso tenía a Ragn, ¿no?

- Ángel, Asteria te ha llamado, deberías responder - sus músculos se tensaron más si era posible al escuchar la petulante voz del lobito. Aún así, no se dignó a contestar.

- Angelote - volvió a llamarle ella, con un tono más dulce y suave, como si estuviera intentando calmar a una bestia. Él estaba seguro de que esa tarea era mucho más fácil que la que estaba intentando ahora -. Está bien, no me contestes. Solo quería decirte que mañana al alba vamos a llevar a cabo la... tarea. Por si sigues queriendo unirte. Ahora te dejamos en paz, no te preocupes - se levantó del sofá, pero antes de irse del todo, siguiendo a Ragn, se volvió de nuevo hacia él -. En la cocina hay comida, por si tienes hambre y si te aburres el mando de la televisión está en el mueble de al lado y la pantalla encima de la chimenea. También puedes venirte a hacer los planes con nosotros, estaremos en el comedor, para no molestarte. 

Aliah siguió sin dignarse a responder, la humana extraña se merecía su silencio. La puerta se cerró y, pese a estar de espaldas, sintió los llameantes ojos del licántropo clavados en él con una rabia asesina. Que intentara matarle si quería. 

Spoiler: no lo iba a conseguir. 

Los segundos pasaron y con ellos los minutos y las horas a una velocidad demasiado lenta. Casi parecía que el tiempo estuviera sangrando más que pasando sin más. Sintió una presencia amorfa detrás suya, revoloteando alrededor de su oscuro cabello y sus alas. No se movió de sitio, sino que agarró con firmeza una las dagas que escondía en sus botas negras. 

- Nunca había visto un ángel - una vocecilla que sonaba casi como las olas rompiendo en el acantilado en el que antes había estado sonó en su oído. Aliah de inmediato descartó que fuera peligroso quien quiera que fuera.

- ¿Quién eres, qué eres y qué mierda haces aquí?

- Soy Equialenne, un espíritu de agua y estoy aquí porque me aburro. ¿Por qué iba a venir si no?

- Dejasteis de ser llamados espíritus hace mucho tiempo. Sois duendecillos, porque sois como los duendes pero con un poder mucho menor. 

- No seas borde. Además, nosotros no podemos tomar forma humanoide, solo somos un elemento en su más pura manifestación con una apariencia de una mujer u hombre diminuto.

- Como los duendes pero con un poder mucho menor - repitió el ángel.

- Te lo voy a volver a decir: no seas borde. 

Ciudad de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora