4

42 6 0
                                    

Axtah no esperaba que la arcángel Gabriel, invitada por Raziel a la Asamblea Anual de Ciudad de Sangre, se presentara tan temprano. Pensaba que llegaría alrededor de las siete de la tarde y no justo después de la hora de la comida. Por eso y solo por eso, mientras tenía que esperar, en el vestíbulo del edificio donde vivía el gobernante, a que llegara, se permitió bajar la guardia y ponerse a charlar y bromear con sus amigos y compañeros. 

Cuando las puertas se abrieron, solo tuvo tiempo para sorprenderse mientras se recomponía y se colocaba donde tenía que estar. Primero: porque había llegado muy pronto, inusitadamente pronto. Segundo: porque había llegado sola, normalmente todos los arcángeles iban con unos cuantos ángeles de confianza que se ocupaban de la seguridad de su señor o señora. Pero ella, no. Tercero: porque tenía pintada una gran y alegre sonrisa en el rostro y un brillo en sus ojos del color del hielo que podía pasar como de felicidad y, sin embargo, en lo único en lo que se pudo fijar fue en el rastro de dolor, ira y odio que guardaba escondido en el fondo más profundo de ellos. Cuarto: porque varias arcángeles habían pasado delante suya varias veces pero ninguna era tan hermosa como aquella. Su piel era suave y blanca como la nieve, sus labios eran del color de la sangre, su cabello sedoso, largo y rubio, tan rubio que podía pasar por blanco, sus ojos azules estaban enmarcados por unas largas y pobladas pestañas negras. Sus alas blancas, colocadas medio abiertas en posición de alerta, relucían con la luz del sol incluso más que las puertas cristalinas del edificio en el que se encontraba y, sin embargo, no había visto jamás a nadie que emanara tales tinieblas. La arcángel, sin duda, era muy bella, pero solo por eso era más peligrosa.

- Arcángel Gabriel - se acercó a ella e inclinó la cabeza -. Soy el comandante Axtah Nívf de la Guardia de Raziel, en este momento mi señor se encuentra ocupado en una reunión importante con los líderes de las razas de la ciudad. Estoy aquí para escoltarle hasta sus aposentos. Raziel se reunirá con usted en cuanto termine la junta.

- Gracias por la información - respondió ella despreocupadamente con una sonrisa entre sus labios -. ¿Por dónde es?

- Seguidme, por favor.

Sin ningún titubeo, Axtah se movió con agilidad y rapidez por la sala para irse a un rincón tras la escalera, donde estaban las puertas a un ascensor, también de cristal.

A mitad de camino vio, disgustado, como uno de sus subordinados miraba fijamente el pecho de la arcángel. Sin dudarlo, le dirigió una mirada recriminatoria a ese ángel, que bajó la cabeza avergonzado, apartando su mirada de ahí. Sin embargo, pudo ver cómo la arcángel lo había visto y, lo único que hizo fue guiñarle un ojo. Axtah decidió no pensar en cómo sería la personalidad de alguien tan importante si se rebajaba a aquello.

Sacudió la cabeza y acompañó a la arcángel, primero por el ascensor, y después por los intrincados corredores del edificio hasta la suite en la que se iba a alojar. Esta era enorme y contaba con su propia sala de estar, un enorme dormitorio, su baño y un vestidor. Axtah pudo ver por el rabillo del ojo como la arcángel sonreía al ver todo aquello. 

- Raziel espera que esto sea de su agrado durante su estancia en Ciudad de Sangre.

- Puedes comunicarle que lo es, Axtah - el joven la miró sorprendido, llevaba trabajando para Raziel más de veinte años, y con un buen puesto, y jamás se había aprendido su nombre; mientras que la arcángel que había llegado hacía menos de quince minutos, ya lo había hecho. 

- ¿Sucede algo?

- No, mis disculpas - volvió a asombrarse por las dotes de observación de la arcángel. Ningún superior se había molestado en preguntarle nada personal, ni siquiera como estaba.

Volvió a inclinar la cabeza ante ella y se dio la vuelta para irse de la habitación. Sin embargo, la arcángel le agarró del brazo.

- ¿Sí?¿Necesita algo?

Ciudad de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora