Mientras el agua fría caía sobre su cabeza, Axtah intentó dejar atrás los recuerdos de aquel lugar que hacía ya mucho tiempo había olvidado. En su mente, sin embargo, la imagen de la Micah de sus sueños no paraba de emerger de nuevo. Una y otra y otra y otra vez. Se giró hacia el grifo y puso el agua incluso más fría de lo que ya estaba antes. Eso siempre le había ayudado a olvidar aquellas cosas que no eran parte de la vida del Comandante Axtah Nívf.
Minutos más tarde, salió de la ducha y se envolvió en aquella insulsa toalla que, cuando recordaba su vida anterior, la sentía como un lujo que no llegaba a merecerse del todo. Se vistió con el uniforme de la Guardia, disfrutando de la áspera sensación de la tela contra su piel. Una sensación de la que antes se había visto privado.
Abrió la puerta del baño, ya preparado para un día más como el comandante que era. Hasta que vio a la arcángelita sentada en uno de los sofás, con la cabeza torcida y los ojos clavados en él. Hasta ahí la poca felicidad que había conseguido reunir. ¡Bravo!
- ¿Ax, estás bien? - Handah le preguntó, probablemente porque no había podido borrar la mueca de desagrado a tiempo.
- Mala noche - se limitó a responder, aunque esa no fuera la única razón de su mal humor.
- Te oí. ¿Viste a Kiedraw? No la he podido encontrar.
-Hablé con ella, vinimos los dos juntos. Pensé que había ido a dormir.
- Si la ves dile que le estoy buscando, necesito su ayuda para terminar de preparar la fiesta de Niueh.
- Cierto. ¿Al final es esta noche o mañana?
- Llegará aquí esta noche pero le he preguntado y dice que prefiere que la celebración sea mañana.
- Perfecto - respiró hondo una vez más y se giró para encarar a Gabriel - ¿Y usted que necesita, señora?
- Me gustaría hablar con usted en privado, si es posible.
- Yo tengo ahora un turno, así que os dejo a solas. Te veo esta noche, Ax. Recuerda, a las ocho aquí.
- Allí estaré, Handah.
El ángel abandonó la sala, dirigiéndole una última sonrisa al comandante mientras terminaba de poner en su sitio algunas de sus armas. Axtah borró la sonrisa de cortesía que tenía y se volvió a girar a la arcángel.
- ¿Qué? - No hubo nada de amabilidad o respeto esta vez.
- Necesito que me confirmes una cosa.
- ¿El qué?
- Alguien me ha dicho que van a venir tres arcángeles a Ciudad de Sangre antes de la Asamblea. Necesito saber si es verdad -. No pudo evitar acordarse de Micah y su corazón aleteó de puro pánico durante un instante.
- A mis oídos no ha llegado nada de eso - se obligó a recuperar la compostura.
- ¿Podrías preguntarle a Raziel?
- No.
- ¿No?
- Exacto. No lo voy a hacer porque ahora mismo tengo cosas mucho más importantes que hacer. Qué pena.
- Puedo obligarte a hacerlo.
- Lo sé.
- ¿Quieres que te obligue a hacerlo?
- ¿Quieres que te diga la verdad? - Antes de que pudiese contestar, Axtah ya había seguido hablando -. Me importa una soberana mierda, así que si me disculpas, tengo cosas que hacer.
Empezó a andar en dirección a la puerta, casi esperando que la arcángel le parase para obligarle a hacer lo que ella quería. Sin embargo, lo que dijo le dejó de piedra.
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Ciudad de Sangre
Fantasy"Él no es tu enemigo. Tú lo eres." La Tierra ha sido poblada por otras criaturas aparte de los humanos, siendo estos considerados inferiores a los demás. Todo eso gracias a un medallón en forma de luna que desapareció, de manera que esas criaturas n...