Capítulo 7, parte c: Infiltración

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En varias ocasiones, Omega se cruzó con algunos de los trabajadores de las oficinas que salían a los rellanos de las escaleras para desconectar un poco del trabajo. Sin embargo, las personas que se cruzaron con Omega solo pudieron ver como una sombra saltaba de ese piso al siguiente, sin tener oportunidad alguna de identificar quién era la persona que subía las escaleras de ese modo.

A parte de esos pocos trabajadores, Omega no se encontró con nadie más, por lo que logró llegar a la última planta a la que las escaleras de emergencia llegaban. Descansando en ese mismo rellano, había tres soldados de la corporación Olympus. Tanto para Omega como para los tres soldados, la presencia de los otros les pilló por sorpresa, pero el antiguo Guerrero del Olimpo fue más rápido a la hora de reaccionar.

Aprovechando el impulso del último salto, Omega se apoyó en la pared contraria a la puerta de acceso a la planta y saltó contra los tres soldados, quienes, al ser incapaces de reaccionar, cayeron bajo el ataque.

Omega sujetó a dos de los soldados con sus manos, empujándolos y golpeándolos contra las paredes del rellano de la escalera de emergencia. El tercer soldado fue alcanzado por una patada. Dejándose llevar por el impulso del último salto y de la patada, tanto Omega como el tercer soldado cayeron contra la puerta de emergencia. La puerta se abrió con el golpe súbito, quedando un poco descolgada de sus bisagras, dejando a Omega y al soldado entrar en la penúltima planta del edificio.

Con el resto del impulso, Omega rodó por el suelo de dicha planta dejando al soldado tirado en el hueco de la puerta. Durante unos segundos, Omega se quedó en el sitio donde había caído a la espera de la llegada de más soldados por el ruido del golpe contra la puerta, sin embargo, nadie más llegó.

Sin perder más tiempo, Omega se levantó del suelo y rápidamente se dirigió a las escaleras que le llevarían hasta el despacho del presidente. Dichas escaleras estaban en la parte posterior de aquella planta, adornadas con una alfombra roja y adornos bañados en oro que resaltaban sobre el cuarzo negro del que estaban hechas.

Las pisadas de Omega quedaron amortiguadas por la alfombra. Tras una corta ascensión, por fin llegó hasta el despacho del presidente de la corporación Olympus.

Dicho despacho, a diferencia del resto de las plantas de aquel edifici0, estaba hecho de mármol blanco, con la misma alfombra roja que cubría las escaleras de subida cubriendo el suelo. Algunos cuadros llenaban las paredes y una gran pantalla para videollamadas y conferencias estaba colgada de la pared que estaba justo enfrente de las escaleras.

La pared que estaba a la izquierda de la subida era en realidad un gran ventanal con una puerta de cristal que dejaba acceso a una gran terraza desde donde se podía observar todas las instalaciones que quedaban a los pies del edificio. En mitad del despacho había un escritorio muy elegante, de madera muy bien cuidada y tratada. Tras ese mismo escritorio, se encontraba el mismísimo presidente de la corporación Olympus: Adrian Iordanou.

—Tu subida hasta aquí ha sido rápida, Omega —dijo el presidente al ver a su antiguo Guerrero del Olimpo en su despacho.

—Pres... Adrian Iordanou, ha pasado tiempo —contestó Omega, sin bajar su guardia.

—Que rápido has dejado de llamarme "presidente". Cuanto más jóvenes sois, más pronto olvidáis los buenos modales.

Adrian se movió un poco en su silla, dejando a Omega ver el rostr0 de la persona que controlaba la corporación y que había puesto en jaque al mundo entero. La persona que estaba sentada tras el escritorio era un hombre de unos cincuenta años. Tenía el pelo castaño recorrido por varias líneas blancas marcando el trazo por donde las canas estaban creciendo. Vestía un traje negro con una camisa blanca y corbata roja. En sus manos sostenía un libro, el cual había estado leyendo antes de la llegada de Omega.

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