Cap.7, parte d: Infiltración

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Volviendo unos minutos atrás en el tiempo, antes de que Omega cayera desde la terraza del despacho del presidente Adrian, en los mismos bosques que rodean las instalaciones de la corporación Olympus, había dos personas. Un chico y una chica de las misma edad que Kazue y Roy. Ambos vestían unos trajes metálicos.

El traje de la chica era de color azul cielo y le cubría el pecho, cuello y antebrazos. En la cintura llevaba una pieza similar a un cinturón. Sus piernas estaban cubiertas por el mismo traje en forma de botas hasta las rodillas. El resto de su cuerpo estaba cubierto por una tela blanca como la nieve, salvo los muslos, los cuales iban al descubierto. Además llevaba una capa de hombros, una falda con vuelo hasta las rodillas, unos guantes y un sombrero de copa, todo blanco también. En su mano derecha sujetaba unos prismáticos con los que vigilaba el edificio principal de la corporación Olympus y en su mano izquierda tenía un bastón negro de cabeza blanca, similar a los que se usaban en los cabarés.

— ¿Estás seguro de que podrás golpear al objetivo desde aquí? Estamos muy lejos.

La pregunta iba dirigida al chico que la acompañaba, el cual estaba tumbado boca abajo en el suelo. Entre sus manos tenía un rifle de francotirador.

—Si trazamos una línea recta desde donde estamos hasta el punto en donde tengo que golpear al objetivo habrá unos mil quinientos o mil seiscientos metros. No hace aire y el día está claro, perfecto para disparar.

—Mira que hablas raro cuando estás a punto de realizar una misión.

La chica alejó los prismáticos de sus ojos verdes y un mechón de pelo castaño y rizado se escapó de debajo del sombrero de copa para caerle sobre la cara. Al girarse para mirar a su compañero, dejó a la vista un adorno verde claro que tenía en el sombrero en la banda azul sobre el ala de este, en donde se podía distinguir una letra del alfabeto griego.

—Todos tenemos nuestras rarezas, Pi. Creo que tú eres la más extrovertida de todos los Guerreros del Olimpo.

—Gracias por el halago, Rho, hermano mío. -contestó Pi en tono burlón.

Unos rayos de sol cruzaron las hojas de los árboles del bosque y cayeron sobre el traje metálico del chico, que permanecía tumbado en el suelo.

Su traje metálico era de color negro, cubriéndole las piernas hasta los muslos, los brazos al completo hasta los hombros, en donde unas simples hombreras se los protegían, uniéndose en una simple protección pectoral y de espalda. Otra pieza metálica le cubría el cuello y subía por la parte de atrás de su cabeza, cubriéndole ambas orejas. Un visor redondo de color verde claro le cubría el ojo derecho, donde había otra de las letras del alfabeto griego. Un cinturón con varios compartimentos le cubría la cintura. Una raya roja pasaba por las partes metálicas de sus brazos y piernas como único detalle de color.

Incluso la ropa que formaba parte de los módulos era negra para Rho. Salvo los guantes que cubrían sus manos, los cuales eran rojos. Tan rojos, como el rifle de francotirador que tenía entre las manos.

Al igual que su hermana, Rho tenía el pelo castaño y los ojos de color verde.

—No dejes de vigilar el edificio principal, Pi. Solo tenemos una oportunidad en esta misión.

—Vale, vale. Ya me gustaría estar haciendo otra cosa que no fuese el estar aquí vigilando... ¡Oh! ¡Oh! ¡Ha pasado algo, Rho! ¡Ha pasado algo! —decía Pi que volvía a mirar a través de los prismáticos, mientras le daba golpes a su hermano en la espalda para que le hiciera caso.

—Deja de darme golpes y dime qué ves, Pi.

— ¡Una cosa verde acaba de romper la terraza del despacho del presidente! ¡Una especie de ráfaga o algo así!

— ¿Ha caído algo?

—Eh, no. No hay nada cayendo.

—Una ráfaga, sería un ataque de Delta. Supongo que no ha tenido la potencia necesaria para lanzar el al objetivo fuera de la terraza.

—Y ahora no está pasando nada. Otra vez toca esperar.

A parte de la vigilancia que Pi estaba realizando con sus prismáticos, Rho comprobó, con la ayuda de su rifle, la caída que había desde la terraza del despacho del presidente hasta que el resto de las instalaciones de la corporación le impidieron la visión.

Durante los siguientes minutos, los hermanos no vieron nada proveniente del edificio. De repente, Pi volvió a golpear a su hermano en la espalda.

— ¡Ahí está otra vez, Rho! ¡Ha vuelto a pasar algo y esta vez hay algo que cae!

Sin perder un segundo, Rho apunto con su rifle hacia la terraza del presidente Adrian. A través de la mira, buscó su objetivo entre los escombros que caían.

—Objetivo localizado, pero está girando como un loco en mitad del aire.

— ¿Qué quieres decir?

—Que no tendré una vista clara del objetivo si no deja de girar de esa forma. Espera, ha dejado de girar. Es ahora o nunca.

Apoyando el rifle en una roca plana que tenía delante suya, Rho apuntó al objetivo que seguía cayendo. Cuando lo tuvo en el punto de mira, apretó el gatillo. El sonido apagado de una pequeña explosión sonó en la punta del rifle y una bala salió volando a toda velocidad hacia el edificio de la corporación Olympus.

—Misión cumplida... Un momento... ¡Ha empezado a girar de nuevo! —exclamó Rho, echando un vistazo por el objetivo del rifle.

— ¿Eh? —Pi también miró hacia el edifico de la corporación a través de sus prismáticos. —Pero eso es malo, ¿no? ¡Además, no veo al objetivo! ¿Dónde está? ¿Dónde?

—Confirmo contacto con el objetivo. No sé si está vivo o no. Regresemos, Pi.

Rho se había levantado del suelo, sacudiéndose algunas hojas que se le habían quedado pegadas al traje del módulo. Su rifle había desaparecido con un rápido destello blanco.

—Pero tenemos que confirmar si el objetivo sigue vivo.

—Esperemos a la llamada para confirmarlo. Ahora, vámonos de aquí.

Rho empezó a bajar por la ladera del bosque en donde él y Pi estaban. La voz de su hermana llamándole le detuvo, dándose la vuelta para mirar a su hermana.

—Rho, se te ha caído tu medallón.

Pi tenía un medallón en su mano, colgando en sus dedos por la cadena. Era de esos medallones en los que se podían guardar un par de pequeñas fotos. Rho deshizo el corto camino que había caminado para regresar junto a su hermana.

—No me había dado cuenta de que se cayó. Gracias por recogerlo, Pi.

—No hay de qué.

Rho y Pi se alejaron de aquel lugar sin dejar ningún rastro que pudiera delatar su presencia allí.

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