Capítulo 15, episodio 4: el veneno del poder

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«Cuarto paso: aislar los accesos de los barracones y de los campos de entrenamiento. Persona designada: Theta»

El edificio que albergaba los barracones de los soldados estaba justo enfrente de la armería, separado de esta por la carretera principal de los terrenos de la corporación. La zona de entrenamiento quedaba situada detrás de los barracones, en una gran extensión de tierra a la que se accedía mediante un pasillo en la plata baja.

Theta entró en este lugar un de minutos antes de que Rho llegase a la armería, por lo que el soldado robótico seguía haciendo guardia allí. En el interior del vestíbulo, Guerrera del Olimpo se encontró sola: no había soldados paseando en sus horas libres, no había reclutas nuevos corriendo para no llegar tarde a su próxima instrucción...

A pesar de sentirse extrañada por la ausencia de soldados, Theta mantuvo la calma y subió las escaleras a la primera planta, lugar en donde se encontraban las habitaciones de los altos mandos de los soldados.

Durante los primeros años de dominación mundial, la corporación Olympus nunca tuvo problemas con el número de altos mandos para dirigir sus tropas. Hoy en día, las continuas misiones terminadas en fracaso y el auge de las potencias enemigas de la corporación habían hecho que la corporación estuviera falta de soldados de alto rango. Esa situación hizo que los pocos capitanes que quedaban en activo tuvieran que realizar tareas de mayor rango.

En esos días, la corporación contaban con cinco capitanes.

Las habitaciones del ala de los altos mandos eran las más lujosas entre los barracones. Individuales, con aseo propio y con otras comodidades que se podían ver en las mejores habitaciones de los hoteles. Los barracones normales estaban compuestos por largas habitaciones en las que más de una veintena de soldados dormían en literas.

Al final del ala de los altos mandos, había una sala común para todos ellos que hacía las veces de comedor e incluso de sala de bar si querían tomarse una copa. Sobre la doble puerta que daba a esta sala había un cartel de supuestamente oro con letras grabadas en plata.

Aquel cartel y la imponente puerta doble debería de amedrentar a cualquier soldado que se acercase, sabiendo lo que había al otro lado. Sin embargo, Theta no se dejó asustar por la banal presencia del cartel y su significado, y decidida, abrió la doble puerta sin contemplaciones. En el interior de la sala se encontraban cuatro de los cinco capitanes de la corporación.

—¿Ya ni los Guerreros del Olimpo respetan esta sala? —preguntó el primer capitán mientras consumía un puro de forma compulsiva con grandes caladas.

—Se creen superiores porque el presidente Adrian les confía las misiones más difíciles —le contestó el segundo capitán, quien estaba leyendo un periódico con los pies apoyados en una mesa baja.

—El presidente cambiará de opinión sobre ellos cuando vea que son más inútiles que un recluta nuevo con un arma —comentó el tercer capitán, sin apartar los ojos de la televisión. Aquel comentario sacó unas risas de sus compañeros.

—Pero si el presidente ya se está formando una nueva idea sobre ellos —añadió el cuarto capitán con un claro tono de burla—. Por lo que se dice, tenían que secuestrar a una estudiante y ni eso han sido capaces de hacer. Tienen tanto poder como un dios, pero lo sujetan en manos infantiles.

Aquel último comentario hizo que los cuatro capitanes se echasen a reír. Por su parte, Theta dejó escapar un largo suspiro, como si tuviera que aguantar a una panda de niños pequeños malcriados.

«En la próxima misión, voy a pedir la sala de vigilancia. No aguanto a esta calaña», pensó Theta, ignorando las molestas risas y acercándose al capitán que se estaba fumando el puro.

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