Capítulo 16, episodio 1: inicio del fin

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—¿Quién hubiera dicho que vosotros me acabaríais traicionando? Después de todo lo que he hecho por vosotros —dijo el presidente Adrian, todavía apuntando a Alfa con su pistola.

—Poco has hecho por nosotros, Adrian; nosotros hemos hecho todo por ti, a pesar de que han sido todo errores —le contestó Alfa.

—Ya ni me llamas presidente. Muy bien, que así sea.

Adrian apretó el gatillo y con un petardazo enmudecido y muy diferente al que producían las armas convencionales, un proyectil ovalado cruzó el despacho en dirección a Alfa. Cuando golpeó al Guerrero del Olimpo, un denso humo gris inundó el despacho. Sorprendido por el tipo de proyectil que el presidente había usado, Alfa no supo cómo reaccionar en un primer momento. Con cada segundo que pasaba, el humo cubría más y más el despacho, dando tiempo extra al presidente para huir de allí.

Para quitar el humo, Alfa accionó los ventiladores de las piezas de sus brazos y piernas. En pocos segundos, el ambiente quedó limpio del denso humo, sin embargo, no había rastro del presidente Adrian.

Alfa lanzó una maldición por la boca antes de percatarse de que la puerta oculta de la pared tras el escritorio estaba abierta. Sin darle más tiempo en su huida, Alfa entró corriendo por aquella puerta y tras seguir el único camino posible, a la izquierda, se encontró con algo que no esperaba.

—La habitación personal del presidente —masculló Alfa para sí mismo.

Aquella estancia ocupaba la mitad de aquel piso y estaba distribuido en dos alturas. La parte baja, donde se encontraba Alfa, era un salón comedor con una cocina y lo que parecía una barra de bar. La parte superior era donde se encontraba el dormitorio del presidente. Al inspeccionar el lugar, Alfa encontró al lado de las escaleras para subir al dormitorio unas puertas metálicas dobles con un botón a su lado y una cerradura. Sin duda era un ascensor personal para el presidente.

Sin la llave, Alfa no podría usar aquel ascensor, así que lo dejó de lado por el momento para seguir inspeccionando aquella habitación. En la parte baja no encontró nada que le pudiera servir, así que subió al dormitorio. A parte de la cama había un mueble con unos pocos cajones y un armario. El Guerrero del Olimpo rebuscó en los cajones y en el armario y al final encontró una copia de una llave en una cajita llena de efectos personales del presidente.

Alfa dejó la cajita donde la encontró sin percatarse de que allí dentro había una fotografía del presidente con su mujer antes de casarse con ella.

Con la esperanza de que la llave sirviera para el ascensor, Alfa la introdujo en la cerradura y la intentó girar. El botón del ascensor se iluminó cuando la llave hizo contacto y Alfa dejó escapar un suspiro de alivio antes de pulsa dicho botón. A los pocos segundo las puertas se abrieron. En el interior de la cabina, el panel de botones tenía otra cerradura, así que Alfa recogió la llave y la insertó allí. Después pulsó el único botón que tenía la cabina.

Cuando las puertas del ascensor volvieron a abrirse, Alfa se encontró en una especie de laboratorio. Aquella sala estaba vacía y lo que más le llamó la atención al Guerrero del Olimpo fue lo ordenada que estaba. Daba la impresión de que hacía días que nadie trabajaba allí.

Olvidándose de la huida del presidente, Alfa se paseó entre las mesas y los aparatos del lugar. Algunos de los ordenadores aún permanecían encendidos y sus pantallas mostraban datos que Alfa no comprendía. Sin embargo, lo más le llamó la atención fue un modelo dejado al lado de una impresora 3D.

—Esto es... —Alfa cogió el modelo para verlo de cerca. Era similar a un móvil, con el logo de corporación Olympus en su parte trasera. Un cartelito colgaba de una de sus esquinas—... un modelo preliminar de un nuevo módulo.

Durante años, el presidente Adrian les había dicho que la información para crear nuevos módulos se perdió después de que Alessio y Adel abandonasen la corporación, dejando como únicos modelos existentes los ocho que la corporación tenía en activo.

Alfa revisó los datos del ordenador más cercano a la impresora. Descartando aquellos que no entendía, buscó algo que le dijera si la corporación y el presidente habían estado desarrollando más módulos en los últimos años. El ordenador tenía varias carpetas con diagramas que indicaban cómo crear nuevos modelos.

—¿Cuántos ha creado en secreto? —se preguntó Alfa.

—Siempre se ha dicho que la curiosidad mató al gato, Alfa.

El líder de los Guerreros del Olimpo se apartó del ordenador al escuchar la voz del presidente Adrian. En el otro extremo del laboratorio, el presidente vestía una especie de armadura en sus piernas y brazos, similares a las armaduras de los soldados robóticos.

—Es una suerte que los gatos tengan más de una vida, Adrian —contestó Alfa antes de señalar a la pantalla del ordenador—. Los datos que hay aquí son muy interesantes, creo que a Adel le gustará echarles un vistazo —Tras decir eso, Alfa levantó su brazo derecho, apuntando al presidente con su cañón—. Ahora, ríndase. La corporación Olympus está acabada.

—La corporación Olympus toma su nombre del monte Olimpo, allí en mi tierra natal, ¿lo sabías? Y como esa montaña y los dioses que un día la habitaron, mi corporación no caerá y será conocida por el resto del tiempo.

—Todo eso suena a delirios de grandeza.

—Es posible, no lo niego. Pero dime, ¿te atreves a comprobarlo?

Después de lanzar aquella pregunta, el presidente activó las piezas de armadura de sus extremidades y estas comenzaron a cubrirle el cuerpo, tal y como hacían las de los módulos. Sin embargo, cuando estuvo completa, su forma pilló por sorpresa a Alfa.

—Esa armadura rivaliza con tu ego, Adrian—masculló Alfa antes de comenzar su batalla contra el presidente.

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