Capítulo 11, episodio 2: infiltración, otra vez

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En mitad de los Alpes en una vieja cabaña, usada por los senderistas como refugio, estaba Guy, acariciándose una mejilla roja y dolorida por un pellizco.

—Tampoco hacía falta que me pellizcaras.

—Pues no te atribuyas las ideas ajenas como propias.

Sentada en una de las viejas sillas estaba Sarah, con las piernas cruzadas. Su cara mostraba un ligero enfado por la forma en que Guy se había apropiado de su idea.

—Ya te he perdido perdón, cariño. No lo volveré a hacer.

Guy se disculpó otra vez con Sarah mientras guardaba un aparato del tamaño de una tostadora bajo unos tablones sueltos del suelo. Ese aparato era un amplificador y ocultador de señal que ayudaba a Guy a hablar con Alessio sin que la corporación se enterase.

— ¿De verdad crees que Alessio tiene razón y que el presidente dejará la sede pronto?

—Alessio se ha confundido pocas veces, así que creo que se merece un voto de confianza. Tenemos que saber qué os pasó a ti y a Alfa, y para eso tenemos que entrar en ese despacho.

—De acuerdo. Regresemos a la sede y aguardemos el momento en que el presidente Adrian se marche.

Dejando la cabaña atrás, Guy y Sarah activaron sus módulos antes de llegar a la corporación Olympus.

Nada más llegar a los pies del edificio principal de la sede, pudieron ver como el presidente Adrian dejaba el lugar y se metía en su coche negro para ir al aeropuerto de las instalaciones de la corporación.

Beta y Gamma siguieron al coche con su mirada hasta que le perdieron de vista cuando este tomó una curva. Después de mirarse mutuamente, los dos se dirigieron al interior del edificio, aunque dos soldados que estaban haciendo guardia les dieron el alto, a pesar de saber quiénes eran.

—Disculpad, pero el presidente acaba de marcharse y nos ha ordenado no dejar entrar a nadie que no estuviera trabajando dentro del edificio ya.

—Lo sabemos, pero el propio presidente nos ha mandado vigilar su despacho. Quiere evitar otro problema como la incursión de Omega —dijo Gamma, sin detenerse ante los soldados que vigilaban la entrada.

Beta siguió a Gamma sin articular palabra, fingiendo el estado en el que se había encontrado los últimos meses. Los soldados observaron cómo los dos Guerreros del Olimpo tomaban uno de los ascensores del vestíbulo.

—Si se lo ha dicho el presidente no podemos hacer nada —comentó el soldado que les había dado el alto.

—Es una pena que Beta lleve tres meses sin hablar. Su voz era muy dulce, la echo de menos —dijo otro de los soldados.

—No la llaman "Sirena" solo por nada bien, ¿eh? ¿Creéis que ese rumor de que pasó algo en el despacho del presidente es verdad? —preguntó un tercer soldado.

— ¿Ese que dice que Beta perdió la voz por ver algo horrible? No seas bobo. Es una Guerrera del Olimpo, habrá visto muchas cosas horribles —le contestó el primer soldado.

—El presidente puede ser algo duro si las cosas no salen como él quiere, pero nunca haría nada horrible —añadió el segundo soldado.

El ascensor que habían cogido Beta y Gamma se detuvo en la planta inferior al despacho del presidente Adrian. Sin perder tiempo, los dos salieron corriendo hacia las escaleras cubiertas por una alfombra roja que subía al despacho.

Tal y como esperaban, el despacho del presidente estaba vacío. En el ventanal que daba a la terraza había colgada una gran lona mientras duraban las reparaciones de la pequeña batalla entre Omega, Delta y Theta.

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