Cap. 1, parte a: Un mundo sin energía

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Era el primer día de Abril y los cerezos en flor inundaban las calles con sus pequeños pétalos rosas. En la ciudad Shasuika, a unos 20 Km de Kioto, los estudiantes empezaban un nuevo año académico. En la mansión de la familia Fukugawa, la hija de uno de los líderes de la FALE estaba desayunando antes de ir a la escuela.

-Señorita, el coche está listo para cuando usted esté preparada para ir a la escuela. -dijo uno de los chóferes de la familia Fukugawa.

-Lo siento, pero hoy no será necesario el coche. Voy a ir a clase con unas amigas, siento no habértelo dicho antes.

La que respondió fue la única hija de la familia Fukugawa, Kazue Fukugawa. Una chica de 17 años, de pelo castaño hasta los hombros. En este momento vestía una falda marrón clara con una camisa blanca que tenía un lazo negro en el cuello.

-No hay ningún problema señorita. Espero que tenga un buen día en la escuela. -tras decir esto, el chófer se retiró de la cocina donde estaba Kazue terminando su desayuno.

-Señorita, ¿deberíamos ir a despertar a... a nuestro invitado? -preguntó una de las doncellas que se encontraba en la cocina.

Kazue puso la taza de té que estaba bebiendo en la mesa antes de responder, dejando escapar un largo suspiro.

-Supongo... Aún me pregunto por qué papá dejaría que alguien como él se quedase en esta casa.

La doncella hizo una breve reverencia antes de salir de la cocina.

Fuera de la mansión, de estilo occidental, había una vieja parte de estilo japonés. Con pasillos de madera abiertos que llevaban hasta unos baños japoneses y hasta los almacenes y trasteros de la mansión.

En uno de los estos trasteros vivía un invitado de la familia Fukugawa. Llegado desde el viejo continente europeo, donde la compañía Olympus tenía todo su poder. Aquel invitado había encontrado un lugar donde alojarse junto a la familia Fukugawa, más o menos. Después de apartar algunas cajas y de colocarlas junto a las paredes de uno de los almacenes, quedó espacio suficiente para colocar una pequeña cama, una mesa y un armario.

La doncella que había salido de la cocina para despertar al invitado ya había llegado hasta la puerta del almacén que le servía como habitación. Antes de entrar, la doncella llamó dos veces a la puerta.

-Eh... disculpe... pero es hora de levantarse o llegará tarde a la escuela. -tras eso, la doncella abrió la puerta del almacén. En el interior, la cama estaba hecha y uniforme de la escuela estaba sobre ella. -No hay nadie...

-Si hubiera alguien dentro de mi habitación mientras me duchaba sería algo serio. Quería estar listo antes de que alguien viniese a despertarme.

La doncella dio un pequeño brinco de sorpresa al oír alguien hablando. Al girarse hacia el pasillo que llevaba hasta los baños japoneses, vio enfrente de ella a un chico de 17 años de pelo corto y negro. Iba vestido con una camiseta blanca y unos pantalones cortos. También llevaba una toalla alrededor del cuello y su pelo estaba un poco mojado.

-No tiene de qué preocuparse. -la doncella hizo una pequeña reverencia hacia aquel chico. -He venido a decirle que el desayuno está listo.

Y sin decir nada más, la doncella se dio la vuelta y regresó por donde había venido, dejado al chico solo una vez más.

-Y yo que pensaba que los japoneses eran amables. -murmuró para sí el chico antes de entrar en su habitación para vestirse.

Unos minutos más tarde, la puerta de la cocina se abrió y aquel chico entró en ella, vistiendo el uniforme de la misma escuela que Kazue. Unos pantalones marrones, con camisa blanca y corbata negra. Bajo su brazo izquierdo llevaba la chaqueta marrón de la escuela y la bolsa de los libros de texto.

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