14 - Capítulo catorce.

70 9 7
                                    


Explosiones.

Humo.

Caos y la naturaleza perdiendo su esplendor ante tal catástrofe.

En la guerra que libraba la iglesia contra el Conde Milenario, este ambiente era a lo que cualquiera que participaba en ella se tenía que acostumbrar le gustara o no. Se podría decir que era lo normal en la vida de todo exorcista.

Pero no era normal cuando dicho caos era causado por dos personas que se supone deberían pelear hombro a hombro para salir adelante en la crisis.

— ¿Siempre se comportan de esta manera? — preguntó Tiedoll en completa calma. Si este caso fuera diferente y estuvieran enfrentando akumas, no lo preguntaría hasta con un poco de diversión en la voz. O tal vez sí.

—Lamentablemente, más de lo que cree, maestro. — respondió Alma con pesar.

—Aunque, a decir verdad, la provocación siempre viene de Kanda, maestro. —aportó Marie. — Además no está presente el calmante natural de Allen. Así que como ve, se ha vuelto de esta manera.

— ¿El calmante natural? ¿A qué te refieres?

Silencio por parte de los exorcistas. Esa respuesta era un poco más complicada.

—Nos referimos a la dulzura que tiene por pareja esa chica, maestro. — Daisya fue quien se atrevió a dar la información.

— ¿Allen tiene novio?

De nuevo silencio. Ninguno sabía muy bien cómo explicar la situación.

—Bueno... no exactamente. Vera... — Marie sudaba frío buscando las palabras correctas.

—Maestro, esa chica tiene pareja. No novio. Y es exactamente lo mismo, pero de su género. Lo que es una pena por completo para la población masculina dentro de la Orden y creo que del mundo entero también. — otra vez fue Daisya quien dio la explicación. Mientras suspiraba con pesar.

—¡Jo! Con que es así entonces. — para Tiedoll eso explicaba muchas cosas.

—¡Vaya! — Alma aplaudió. — así que cuando te lo propones eres muy elocuente. Me asombra este descubrimiento sobre ti, Daisya.

—Poseo varias cualidades que desconoces. Así que no me trates como un tonto. — respondió indignado.

—No empiecen ustedes dos también, por favor. — suplico Marie.

Pero ninguno le hizo caso. Y así comenzó otra discusión entre los miembros del grupo. Con la diferencia que no había violencia involucrada. Por supuesto no lo habría, así que por ese lado nada ni nadie corría peligro.

Tiedoll lo observaba todo con la calidez llenando su corazón. También sin intenciones de intervenir en ninguna de las dos batallas, además, tenía previsto que una no duraría mucho. Por lo que en lugar de hacer algo por calmar los ánimos, se sentó debajo del árbol en el que se encontraba justo cuando llegaron sus queridos hijos.

Todavía no entendía del todo como habían terminado las cosas así, pero estaba agradecido de tenerlos cerca. Por lo que tomando un pergamino y la tiza que llevaba por la mitad empezó a bosquejar la escena que tenía enfrente.

A la velocidad que Tiedoll dibujaba, en menos de dos minutos tenía tres bocetos listos. Uno sacado de su imaginación, otro en el que tres de sus hijos que ya no discutían contemplaban el combate, y el último, un retrato sumamente preciso de un salto que habían dado los dos jóvenes que llevaban destruido gran parte del terreno en el que se encontraban.

FideliumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora