22 - Capítulo Veintidós.

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Estaba cansada. Tanto, como no lo había estado en bastante tiempo.

Pero no se quejaba. Ya que estar al lado de Allen, ayudarla y darle apoyo valía completamente la pena. Era lo que le daba fuerza suficiente para velar su sueño. El cansancio pasaba a segundo plano cuando tenía que desvelarse con tal de que nada perturbara su descanso.

Pero no era suficiente.

En la situación en la que se encontraba debido a la Inocencia, no era nada bueno que cumpliera con las amenazas de no detenerse en sus "actividades nocturnas". Las cuales en los últimos días eran algo frecuentes.

Le había dado un poco de miedo la que le hizo al haber dejado al joven Kanda la noche anterior.

Era de madrugada cuando sus ojos se cerraron después de acabar un par de veces. Emilia todavía se quedó un rato viéndola dormir, para cerciorarse de que por fin había sucumbido al cansancio después de tanto estrés. Se despertó mucho antes que ella, y ahora la mañana ya estaba empezando a avanzar un poco. Tenía que asegurarse de que nada la molestara mientras descansaba.

Esa guardiana y el resto se habían calmado. Pero no estaba de más ser prevenida.

La castaña estaba preocupada. Cada vez era más evidente que Allen no era del todo normal; que era más fuerte de lo que creían, «y vaya que no se hacían idea cuánto», que no pensaba compartir sus secretos y por supuesto, que era mejor no preguntar.

Emilia trató la manera de desviar la atención del asunto con lo que pasó en esa sala de entrenamiento durante la pelea. Esperaba haber logrado algo significativo. En especial con los superiores, la guardiana y Kanda Yuu. Los dos últimos eran los más complicados debido a la ventaja que tenían por sus sentidos elevados.

Puesto que, antes, cuando la mayoría del tiempo solo tenían que lidiar con estudiantes de su edad, la condición de Allen no había presentado ningún problema. Era problemático que en esta ocasión, hubiese gente con mejores habilidades de percepción. Afortunadamente, tenía todo organizado para no tardarse de más en acabar con esta guerra.

Si todo salía bien, era probable que Allen saliera bien parada de todo esto.

El problema era... ella misma.

Suspiró.

Estaba cien por ciento segura y lista para lo que tenía que hacer. Y no se arrepentiría de nada. Jamás. Tal y como se lo prometió a Allen y a esa otra persona hace mucho tiempo.

Solo había una última cosa que hacer.

Con el suspiro que soltó, hizo que Allen se inquietara, por lo que empezó a despertar; removiéndose entre las sábanas hasta que sus rostros estuvieran a la par. La vio abrir los ojos, estaban un poco rojos a causa del sueño. Aún con eso, eran los ojos más hermosos que Emilia conocía.

Le sonrió y acarició su rostro con dulzura.

—¿Cómo te sientes?

Allen gruñó. Las mañanas siempre se le complicaban un poco.

—Como la mierda.

Emilia se rió. Comprendía que no estuviera de ánimos ni para controlar su verdadero carácter.

—Todavía no hay que levantarse. Puedes volver a dormir.

Sintió que tal vez no fue lo mejor por decir. Allen siempre sabía cuándo algo no la tenía tranquila.

—¿Qué es?

Lo mejor era abordar el tema con calma. Así que decidió hablar.

—Me preocupa que no hayan quedado tan tranquilos después de todo.

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