28 - Capítulo Veintiocho.

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Todo en la vida tiene sus consecuencias.

Emilia creía que conocía los planes de Allen. Pero resultó que no era así. O, mejor dicho, lo intuía, pero prefirió auto engañarse creyendo que era otra cosa lo que estaba pensando hacer. Ahora se daba cuenta de que lo que estaba haciendo, era por ella. Por ella y por nadie más.

Al pensar en ello, recordó que estaba lista para que, después de todo lo que le había hecho pasar a la británica, llegaría el día en el que tendría que retribuir todo lo que Allen tuvo que sacrificar para que ella tuviera una vida mejor. Todavía recordaba el más grande de sus sacrificios como si fuera ayer.

La escena siempre se repetía en su mente. En sus sueños; incluso despierta lograba ver claramente frente a ella ese momento; sus palabras y su cansancio. Revivía el instante en el que todo terminó. Fue doloroso. Después de todo, no la había visto en años, y al terminar el castigo, verla como la vio hizo que la opresión en su pecho fuera insoportable.

"—Vale la pena sí es por ti. —Allen se atragantó un poco por la sangre que ofuscaba su garganta. —No me arrepentiré de nada, si con eso tú estás bien. —pudo ver en sus ojos el cansancio y el dolor, pero no opacaban la devoción hacia ella. —Tú te lo mereces más que nadie"

Jamás dejaría de estar agradecida.

Volvió a la realidad cuando notó la ira saliendo del Conde y las intenciones asesinas de los Noé. El Conde estaba indignado. Algo que era de su propiedad había sido usado en su contra de forma descarada.

—T-Tú... tú eres. —El Conde lo sabía, no necesitó nada más para darse cuenta de que ese sujeto por fin había recordado ciertas cosas; atado cabos y entendido de dónde venía Allen. —¿Por qué...? —se oía confundido, pero sobre todo furioso. —Se supone que...

—Se lo dije, ¿no? —Allen estaba jadeando. —Hay algo que necesito de usted antes de destruirlo.

Emilia no tuvo más dudas. Ya sabía lo que quería hacer. Y no se lo iba a permitir.

—¿Algo que necesita...? —el susurro de Cross no fue audible para nadie más. Al menos le calmaba que ese hombre no tuviera idea de nada.

—No creas que esto se va a quedar así. —el sujeto de cabello rizado reaccionó antes que nadie.

Emilia sabía que Allen midió su fuerza, pero también sabía que la Inocencia le estaba afectando. El mal tercio lo hacía ese cristal.

—No te creas la gran cosa. —Allen se enderezó.

Intuía que el Bookman y Cross estarían pendientes de cada movimiento una vez la Planta de Akumas estuvo fuera del Arca. El pelirrojo en especial, estaría muy enojado por la frustración de sus planes.

Después de la asimilación de la verdad que pudo ver en los ojos del Conde, este había hecho aparecer a más de esas criaturas gigantes. La acumulación de la materia oscura y esas almas manchadas afectarían a Allen también. Había demasiadas cosas que le podrían hacer daño en su situación actual.

No mientras esté aquí.

Emilia no necesitaba pensar en lo que tenía que hacer. Su decisión estaba tomada.

Skinn dejó de lado a los gemelos y se dirigió hasta los exorcistas, listo para detenerlos junto a la chica que estaba con ellos; a fin de evitar que se interpusieran en el camino del Conde para acabar con la exorcista de cabello blanco. Pero no contó con que, como una ráfaga, esa chica se le escapara.

Tyki estuvo a punto de atacar a la exorcista -traspasando al creador de los Akumas-, listo para, de ser posible, usar el más fuerte de sus ataques contra ella. Se notaba que esa mujer estaba cansada, y no pensaba dejar pasar la oportunidad de acabar con ella.

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