34 - Capítulo Treinta y Cuatro

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—¡¿Dañado?!

—¡¿Qué significa?!

Las preguntas de Komui y Tiedoll no se hicieron esperar. Para ambos era muy difícil asimilar una cuestión que para Cross era; por decir algo, simple de entender, pero cuya implicación representaba consecuencias catastróficas. Con el Corazón de la Inocencia en mal estado; o, como dijo el pelirrojo: dañado, significaba que era comprensible si se mantenía su ubicación en secreto y nadie se enteraba de que ya había sido encontrado.

—Con dañado, me refiero exactamente a eso. Dañado. Pues cuando despertó, hubo un evento que causó que la Inocencia se descontrolara entre sí. Todavía no tengo la información sobre cuándo, ni de cómo se dio lo que hizo que estuviera a punto de destruirse. Pero lo que sea que lo haya causado, fue poderoso y catastrófico.

» Si podemos decirlo así, por fortuna, cuando eso pasó se encontraba en un lugar... demasiado aislado, por lo cual no afectó a ningún usuario de la Inocencia. Y hasta la fecha sigo sin tener un indicio al respecto. Así que no esperen más información ni una oportunidad para averiguar los detalles o la causa, pues ese guardián no permitirá que nadie se le acerque en su condición actual.

Aquello parecía molestar demasiado a Cross. Aunque, estaba más preocupado que molesto, en especial porque no era seguro incluso para Katherina estar cerca del Corazón. Los exorcistas no sentirían nada porque puso una serie de barreras, que les ayudarían durante el tiempo que estuvieran ahí para no verse afectados; y por supuesto, para que no se enteraran de lo que verdaderamente hacían en la casa de los D. Campbell. Y ahora que ya no estaban cerca de él, era más seguro para todos.

—De momento, es como si en realidad siguiéramos buscándolo, en especial si los exorcistas no saben lo que estaban cuidando... ¿Verdad, Komui?

—Me aseguré de que no tuvieran mucha información al partir. Debido a eso no tuve mayores recursos para convencerlos.

—Y, de hecho, hasta la fecha nadie más que los que nos encontramos en esta sala lo sabemos. —agregó Bookman, como para reafirmar las palabras del director.

—Eso espero. —Cross sabía que, con un asunto tan delicado, no podía contar con mejores aliados.

A Tiedoll todavía le resultaba inquietante que el Corazón se encontrara dañado. Un pensamiento lo asaltó de repente; aunque sabía que, al decirlo en voz alta, probablemente le estaba dando la razón a quienes pensaban mal de Allen. Pero si de ello dependía el fin de la guerra, era mejor si lo analizaban entre todos.

—Después de todo lo que nos has dicho... ¿Crees que tenga algo que ver con los Fidelium?

—¿General Tiedoll? —Komui se notaba sorprendido por su pregunta.

—¿Por qué lo piensas? —preguntó en cambio el pelirrojo.

—Es solo una suposición. No sé realmente por qué lo pensé.

Lo miraron con extrañeza. Lo cierto era que el general de lentes no había estado del mejor ánimo que digamos. Todo desde que uno de sus alumnos había muerto por casi media hora. Kanda Yuu seguía en un estado... ausente de su entorno. Cosa con la que preocupaba e inquietaba a todos a su alrededor, de entre los cuales el general se destacaba. De eso había pasado una semana y desde ese día, Tiedoll no estaba tan de buen humor como comúnmente lo estaba.

Y al parecer ahora, cuando discutían un asunto de suma importancia, hacía suposiciones sobre alguien a quien defendió con anterioridad, con lo cual sorprendió en gran medida a los presentes en esa sala.

Cuando pensó en la posibilidad, Marian no lo descartó por completo, pero...

—La Inocencia es un Cristal Divino, lo que la haya dañado, debe tener la misma naturaleza. Los Fidelium no pueden tenerla. Además, estoy seguro de que lo que lo dañó, tenía naturaleza humana. Y esas personas ya demostraron no tenerla. — Cross se iba a mantener con la firme creencia de que esas personas no eran humanos; así no se lo dijera a nadie. Quería prepararse en todos los sentidos posibles para que, si se confirmaba, esa posibilidad no lo tomara con la guardia baja.

FideliumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora