La leyenda de Negrito

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Se contaba que cuando caía la noche y te encontrabas a las afueras del pueblo caminando de regreso a casa en medio de toda esa cantidad de maleza que había, podrías encontrarte con Negrito, un pastor alemán de tamaño intimidante cuyo negro pelaje destacaba sobre el resto de su fisionomía. Según los rumores, era la mascota del mismísimo diablo, pero nadie podía negar o afirmar aquello. No parecía ser el perro de nadie, simplemente aparecía por el camino dispuesto a acompañarte en tu regreso a casa y que desaparecía de un momento a otro cuando ya estabas cerca de la misma. Aunque el que te tocase ser acompañado por dependía mucho de que clase de persona fueses.

Sí eras de buen corazón, este con gusto iría contigo y se dejaría acariciar. Además, te protegería de cualquier maleante que buscase robar todas tus pertenencias. Muchos decían que sí lo veías enojado, era mejor que fueses rezando para que no te triturase la garganta de un solo mordisco. Era un perro muy bravo cuando se encontraba en situaciones de peligro. Se decía entre voces que cuando estaba a punto de atacar, sus ojos se tornaban de un intenso color rojo que paralizaba a sus víctimas para que estas estuviesen quietas y que Negrito pudiese ir a la garganta con más facilidad.

Pero, por otro lado, sí eras alguien egoísta, mal hablado, alcohólico y varias cosas más que te dejaban mal parado ante todos, sí se te hacía tarde para volver a casa por algún motivo y estabas fuera del pueblo, Negrito era totalmente diferente contigo. Constantemente te seguía mientras gruñía y se mantenía listo para atacar. Te miraba con sus ojos en un intento de intimidarte, y que Dios se apiade de tu alma sí intentabas ahuyentarlo. Además, se decía qué si directamente tenías un lugar asegurado en el infierno y nada parecía hacerte cambiar, vendría acompañado de otro pastor alemán mucho más grande e intimidante que él y podrían suceder dos cosas: o te mataría y tu cadáver totalmente destrozado sería inevitablemente encontrado por una de las pocas personas que más cariño te demostraban, o desaparecías para nunca volver a ser visto en tu vida.

En los años 60 hubo muchos casos de personas que misteriosamente desaparecían por aquellos caminos luego de una larga jornada de trabajo o estudio fuera del pueblo. Todos, según cuentan, eran vistos por última vez cuando eran dejados por el transporte cerca del pueblo y los veían alejarse en la distancia. Sin embargo, nunca llegaban a su destino y sin importar las búsquedas, nadie los encontraba. Hay gente que afirma que justo en el momento en el que supuestamente se esfumaron, escucharon a un perro ladrando y aullando constantemente por un par de minutos hasta que se acallaba totalmente y el silencio volvía a reinar en la zona.

José era un joven que iba por muy malos pasos apenas a sus 22 años. Algunos meses atrás, había salido de prisión por robo a mano armada, pero el estar allí para nada le sirvió, pues ahora además de robar, se estaba iniciando como sicario en los pueblos vecinos. Lentamente se estaba convirtiendo en uno bastante profesional, y según rumores, llegaba a disfrutar sin ninguna clase de arrepentimiento el quitarle la vida a quién se le encargaba por dinero. Con que le pagaran, para él todo estaría muy bien y nada más importaba.

Su familia era totalmente disfuncional. Madre alcohólica, padre maltratador y con graves problemas de ira y hermanos (quienes eran las personas que José más quería en el mundo) que iban por el pueblo drogándose sin preocupaciones. Él parecía ser la persona indicada para poder sacarlos adelante, pero no de la manera indicada. Cada día ganaba más dinero con sus trabajos, y a pesar de tener tendencias psicópatas, dentro suyo había aún un hombre bueno al regalarle cosas a los niños que más lo necesitaban, pero con el paso del tiempo iba prefiriendo ir a matar que ayudar.

Un día de noviembre de 1970, a José le tocó asesinar por encargo a un hombre que vivía en su mismo pueblo, el cual había hecho enojar a la persona menos indicada, un narcotraficante que empezaba a tener peso en la sociedad. José lo conocía desde que tenía memoria, pues había crecido cuando él en su juventud empezaba a traficar con estupefacientes, así que realmente sentía que no podía rechazar la oferta porque además la paga era demasiado jugosa para siquiera pensar en decir no. Además, quería quedar bien frente al jefe, necesitaba responder ante esa confianza que le había brindado al contratarlo, y así lo hizo.

la oscuridad detrás de la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora