el hombre de la fotografía

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Un local de antigüedades ubicado en el mero centro de la ciudad estaba a punto de cerrar cuando un hombre de unos 25 años de edad entró con una sonrisa en el rostro. El dependiente lo conocía y fue a abrazarlo plácidamente, preguntándole la razón de su evidente felicidad. Él respondió con la afirmación de que tenía el dinero suficiente para comprarle lo que tanto había querido de su tienda desde la primera vez que lo vio; aquella fotografía de un hombre de finales del siglo 19 o inicios del siglo 20. Aquella foto no tenía ninguna historia especifica. No pertenecía a alguna persona importante o realmente conocida. Solo era un hombre desconocido atrapado en una foto antigua. Pero había algo en ella que hacía que aquel quien la iba a comprar, tuviese la necesidad de hacerlo. Pagó lo necesario, y con un apretón de manos, salió a la fría y nublada tarde de noviembre junto a la bolsa donde estaba la foto.

El dependiente cerró y luego se sentó en la silla detrás de la caja registradora con una expresión de preocupación y una ansiedad y culpa recorriéndole en todo el cuerpo. Sentía que al vender esa foto había firmado la sentencia de muerte de uno de sus amigos más cercanos, y no sabía el por qué. No recordaba cómo había conseguido aquella foto, pero allí estaba y la acababa de vender.

Una ligera llovizna empezó a caer en la ciudad y Steven caminaba lentamente a su apartamento al otro lado de la ciudad. Esperaba poder conseguir un bus o un taxi para no mojarse y llegar a su hogar, aunque le daba algo igual. La felicidad por haber comprado en lo que se esforzó para ahorrar y conseguir le llenaba la mente y el cuerpo. No podía evitar sonreír en ciertas ocasiones y saludaba a cualquiera que le atravesase en el camino.

Al llegar a un restaurante de comida rápida, pudo encontrar un taxi que estaba libre y se subió, para después darle la dirección del edificio donde vivía. El conductor asintió y arrancó.

Unos minutos después, mientras esperaba que un semáforo cambiase a verde, James, él conductor del taxi, se había empezado a sentir algo raro. Algo tenía ese pasajero que le incomodaba a sobremanera, sin saber que era exactamente. Quería dirigirle la palabra para romper la tensión que se respiraba dentro del vehículo, pero no se le ocurría que preguntar o que tema podría sacar al aire, así que decidió quedarse callado y poner un poco de música.

Al llegar a su destino, Steven pago lo justo y se bajó para entrar al edificio. James sintió como un peso desaparecía de sus hombros y respiró con tranquilidad, como sí le diesen una buena noticia después de mucho tiempo de intriga y de malas especulaciones. Antes de volver a poner el vehículo en marcha nuevamente, sintió que algo malo iba a pasar pronto, y que de alguna u otra forma él estaría implicado.

El portero que al momento de entrar estaba leyendo un periódico, al oír la puerta abrirse, subió la mirada y saludó con la cabeza a Steven, y este le devolvió el saludo con su mano libre. Luego, se subió al ascensor y apretó el botón con el número 5 y las puertas se cerraron lentamente. De pronto, Don Luis, quien era el portero, perdió total interés por lo que leía y se pensó que estaría involucrado en un gran problema.

Steven entró a su apartamento y poniendo su billetera, sus llaves y su celular aparte, se sentó en el comedor y sacó la fotografía de la bolsa para contemplarla. Aquel hombre, con los ojos vacíos de emoción, le penetraban con la mirada al otro lado de la foto. Trataba de responderse la pregunta de porque había tenido esa gran necesidad de comprarla, pero no podía. Algo le atrajo la primera vez que la vio hace 2 semanas, y desde ese entonces hasta ese mismo día se esforzó por ahorrar el dinero necesario para conseguirla.

Estuvo unos cuantos minutos más mirándola fijamente y luego se paró de la silla para ir a su cuarto. Eran apenas las 7 de la noche, pero sintió que era más tarde y se puso un pijama para dormir. Recién puso su cabeza en la almohada, ya estaba profundamente dormido.

la oscuridad detrás de la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora