la playa

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Un cuervo lanzó un graznido advirtiendo mi presencia. Su manada salió volando y yo seguí caminando en mitad de la noche. Revisé que aún poseía la llave de la casa de playa a la que tanto amaba ir los días de verano. Hace unos cuantos minutos atrás, salí de un bar donde conocí a una mujer encantadora. Nos quedamos hablando hasta que cerraron el local, y cada uno se fue caminando hacia su destino. Un castillo de arena pude observar a la distancia, y me sentí nostálgico. Aquellos días en los que era un inocente niño me vinieron a la cabeza como una gran ola de recuerdos.

Al llegar a mi casa, abrí la puerta y encendí la luz. Lo primero que sentí al entrar fue el aroma del perfume que mi esposa solía usar antes de morir unos 5 años atrás, anegando mis ojos de lágrimas. Deseaba con todas mis fuerzas volver al pasado y darle ese último abrazo, el más fuerte que podría haberle dado.

Subí a mi cuarto y abrí mi armario, viendo como el vestido de boda que ella usó cuando nos casamos. Me senté en la cama y lo contemplé, quieto, colgado, esperando a que alguien volviera a usarlo. Maldito cáncer. Era una de las peores enfermedades que podría haber existido en este mundo lleno de desgracias.

Después de unos instantes, bajé al patio trasero donde estaba la pequeña casa de herramientas. Abrí el candado, y la cadena cayó al suelo con un estrepitoso ruido. Sabía lo que tenía que hacer.

Fui al pequeño árbol que se encontraba a unos metros de allí, y con mi pala y pico empecé a excavar. Un avión pasó cerca, pero no me distraje y seguí con mi trabajo. Tenía que terminarlo, y así iba a hacer. En mi casa sonó el teléfono, pero decidí no contestar. Era otra distracción que tenía que evitar. Luego de unos minutos, allí la encontré: a mi amada esposa, que tan hermosa estaba como el día en el que allí la enterré. Agarré su cráneo y lo llevé al mar, donde lo limpie con la fría agua que mis manos tocaban. Sonreía a más no poder, eso me llenaba de satisfacción. Después, entré, y cogí mi paraguas rojo para llevar a mi esposa a pasear. Pronto llovería, y no quería que se enfermara de una gripe. 

la oscuridad detrás de la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora