Máquina del tiempo

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¿Los viajes en el tiempo serán reales? Se preguntaba Samuel, un hombre muy curioso que, desde la infancia, cada que veía películas de ciencia ficción cuyo tema central eran efectivamente los viajes espacio – temporales, se prometía a si mismo ser el primer ser humano en la historia en lograr construir una máquina del tiempo. Muchos decían que era un simple sueño de infancia creado por una mente todavía inmadura y que, al crecer, se daría cuenta de lo imposible que sonaba. Sin embargo, al pasar los años, aquel proyecto personal (el cual había empezado a mantener en secreto por las diversas burlas de las personas) de alguna u otra forma empezaba a tomar forma cuando decidió estudiar física en una de las universidades más importantes de todo el país, y fue a finales del año 2016, cuando ya se había graduado de la carrera, estaba especializado en física cuántica e impartía clases en un colegio, que empezó a trabajar en su proyecto de encontrar la forma de viajar en el tiempo e intentar generar ganancias para querer ser alguien recordado.

Empezaría a recolectar piezas de chatarra que encontraba tanto en basureros como en casa de sus padres o la suya propia para construir su máquina e intentar hacer que funcionara a la perfección durante largos días y noches en las que se suponía estaba de vacaciones. Ahorraba para comprar en ferreterías, tiendas tecnológicas y muchos otros lugares en los que lograba encontrar el material necesario. Aprendió programación, estudiaba una y otra vez cada una de las teorías sobre los viajes temporales, hacía una inmensa cantidad de mapas conceptuales acerca la teoría de la relatividad de Albert Einstein, el intentar descubrir la forma de viajar al pasado y futuro se había vuelto una obsesión. El proyecto, que mantuvo muy bien guardado porque prefería que fuese una sorpresa para todos, tardaría 15 años en lograr encontrar el final cuando empezaba a estar a absolutamente nada de encontrar las fórmulas exactas tanto físicas como matemáticas para hacer que su máquina funcionase a la perfección. Sin embargo, por algún motivo, todas ellas terminaban fallando en el último momento cuando estaba seguro de haber encontrado la solución. Cada una de ellas tenían un error en un signo o número del que Samuel estaba seguro no haber colocado, errores que, por más mínimos que fuesen, hacía que tuviese que reformularlo todo desde el inicio, así durante una buena cantidad de tiempo. Su invento en sí, sin las fórmulas, parecía funcionar tal y como esperaba, solo necesitaba encontrar la manera de que sus cálculos lograsen que la misma no se equivocase al tratarse tanto de coordenadas cómo de fechas.

¿En que demonios estoy fallando? Era una de las constantes preguntas que se hacía cuando iba a trabajar o a reuniones de amigos o familiares. En los descansos o cuando se suponía debía de estar concentrado calificando los trabajos de los estudiantes, se enfocaba en las formulas y las revisaba una inmensa cantidad de veces para revisar que todo estuviese en orden, sin embargo, en el momento de la verdad, todo se jodía como siempre por la misma cuestión. ¿Se estaba volviendo loco? Era posible, porque no podría haber otra explicación cuando se trataba de aquellos pequeños detalles que no recordaba haber colocado. Y es que parecía una coincidencia, algo del destino, porque siempre solían ser cambiados cuando se encontraba haciendo algo totalmente distinto. Sin embargo, eso no terminó siendo lo más extraño cuando de un momento a otro, tanto los archivos que tenía guardados en sus computadoras o celular y cuadernos, empezaban a desaparecer de un momento a otro. ¿Cómo? No tenía ni idea. Pensó en un principio que podría tratarse de un virus, pero cuando mandaba sus dispositivos a revisión técnica, esa idea quedaba descartada. Además, ¿Por qué se eliminan justo los archivos en los que estaban las fórmulas y no algo más? Así mismo con sus anotaciones a mano porque era extraño que alguien decidiera robárselas, pues su proyecto todavía se mantenía en secreto. Pensó en revisar las cámaras de seguridad del colegio y también en colocar unas en su propia casa, pero al final creyó que todo eso sería una perdida de tiempo y se le ocurrió una idea mejor; archivar todo en Google Drive o en memorias USB, así dejaría de preocuparse por los cuadernos, hojas perdidas y documentos eliminados, algo que pareció funcionar por un tiempo hasta que volvía a ocurrir lo mismo.

la oscuridad detrás de la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora