Los vecinos de enfrente (parte 5)

8 0 0
                                    

Durante las siguientes dos semanas no pasaría nada realmente interesante. El silencio y los rápidos movimientos de la familia se convertiría en algo habitual, y perdería cierta importancia con el paso del tiempo. Todos tus vecinos y tú aprendieron a vivir con ello, con la incertidumbre de no saber lo que sucedía realmente alrededor de ellos.

Sin embargo, la tensa calma un día terminaría rompiéndose cuando la pequeña Daniela desaparecería la madrugada del 19 de febrero, día que sería recordado por mucho tiempo y que nunca se volvió a mencionar como un pacto silencioso entre todos ustedes.

Aun sientes escalofríos recorriendo toda tu espalda al recordar el espantoso grito de una mujer seguido de llantos incontrolables que se escuchaban por todo el barrio. Posteriormente, escucharías como Diego, un hombre quién hablando con tranquilidad su voz era sumamente potente, gritaba el nombre de su hija varias veces haciendo que las ventanas de su casa retumbaran.

Sales para ver qué está sucediendo y poco a poco las demás personas hacen lo mismo atraídas por el escándalo que se está armando. Entre la multitud logras ver a Juanes y Javier mirándose entre sí con una expresión de sorpresa total. Te acercas a ellos y antes que puedas preguntar sí sabían algo, negaron con la cabeza dando a entender qué, como tú, no entendían nada de lo que sucedía.

Diego saldría pocos minutos después con los ojos desorbitados y rojos seguido de su esposa quién lloraba desconsoladamente. Gritó nuevamente el nombre de su hija, y todos, instintivamente retrocedieron ante la potencia de su voz. Javier recolectó todas sus agallas y se acercó a Diego, quién a pesar de ser de casi la misma complexión física que él, no dejaba de generarle cierta desconfianza. Lo intimidaba, no podía negarlo.

Con un tono de voz tranquilizante, colocó lentamente una mano en su hombro y suavemente preguntó:

- ¿Qué pasó don Diego?

Miró fijamente a Javier y este retrocedió un poco sin poder evitarlo. Instintivamente llevó su mano derecha a su porra, pero rápidamente la quitó de allí.

- Mi hija... Daniela, ¡desapareció!

La noticia les alarmó a todos, aunque apenas tenían relación con ella. La policía, Estefany, quién llegó unos minutos después para imponer orden, llamó inmediatamente a sus compañeros para notificar la desaparición de Daniela. Los padres, sumamente alterados, no podían calmarse, apenas podían gesticular palabras entre el pánico cada vez más creciente entre ellos dos. Juanes y Estefany estaban cerca de ellos tratando tranquilizarles, una tarea sumamente difícil.

Un par de minutos después, llegaron un par de patrullas de las que se bajaron 2 oficiales de cada una. Para entonces, Diego se encontraba un poco más calmado, pero Laura todavía lloraba desconsoladamente con su cabeza apoyada en el hombro de Estefany diciendo el nombre de su hija entre sollozos una y otra vez.

Varios de los vecinos, incluyéndote, estaban en la búsqueda de Daniela quién esperaban no estuviese lejos. Todo era probable, desde un secuestro hasta un posible escape, pero tenían la esperanza de encontrarla sana y salva. Por primera vez para muchos, en vez de sentirse ciertamente incómodos con la presencia de Diego cerca, tuvieron compasión y ganas de ayudarle. Era un hombre algo raro, pero no le había hecho nada malo a nadie y no se merecía vivir aquella situación.

Por lo que supiste después, la desaparición fue sumamente rara y misteriosa. A Daniela la mandaron a acostar a las 8 de la noche, como hacían siempre, sin ningún contratiempo. Sin embargo, durante algún punto de aquella oscura madrugada, Laura decidió levantarse para ir al baño y se topó con la sorpresa de que la puerta de su hija estaba totalmente abierta. Entró, y su pánico empezó a crecer al darse cuenta de que se encontraba absolutamente vacío. Llamó a su esposo, y tras buscarla por toda la casa, su mundo rápidamente se vino abajo. Todas las ventanas se encontraban cerradas, algo que la policía logró comprobar posteriormente disminuyendo las posibilidades de un secuestro.

¿Tenían enemigos de alguna índole como para querer causarles esa clase de daño? No. ¿Acaso la pequeña alguna vez mostró señales de querer escapar? No, por Dios, solo tiene 7 años y nunca la hemos maltratado, no tendría razones para ello, respondían sus padres durante el interrogatorio posterior. Tampoco tenían familiares en la ciudad, lo que hacía que la investigación cada día se hiciese aún más complicada de lo que ya era desde un inicio. La gente que hacía las visitas cortas durante las primeras semanas de su mudanza al barrio, personas de clase alta, aseguraron no tener nada qué ver con su desaparición. Todos ellos tenían una coartada sólida, no se les podía culpar de absolutamente nada, cada día la lista de posibles sospechosos iba disminuyendo considerablemente.

Las inconsistencias en la investigación no se hicieron esperar ni un minuto más. En las cámaras de seguridad se mostraba como la familia entraba a casa la misma tarde de la desaparición de Daniela, más nunca quedó registrado el momento exacto el cual la niña se fue de casa. Las investigaciones dentro de su hogar no mostraron nada fuera de lo común, así que la teoría que surgió poco después afirmando un asesinato por parte de sus padres fue descartada casi de inmediato.

Hubo varios interrogatorios por varias semanas mientras se buscaba a Daniela por toda la ciudad y el país, pero todos ellos arrojaban los mismos resultados, no llevaban a nada. Tanto tus vecinos como tú, comentaban cosas idénticas: qué la familia era reservada, tranquila y únicamente Diego se abría un poco ante el mundo, ni Daniela y Laura se les veía con amigas, sobre todo la pequeña, quién siempre rechazó jugar con demás niños de su edad y que Dios sabrá porqué. De igual forma, comentaron su rutina diaria, así que no tenían absolutamente nada en manos.

Cuando se intentó investigar con respecto al colegio de la pequeña, no se encontró nada, realmente parecían estar en un laberinto sin salida. Sus padres les dieron el nombre de la institución en el cual estudiaba, pero uno que nunca habían escuchado antes. Preguntaron por allí, interrogaron por allá, pero no hallaban resultados. Ni en esa ciudad u otra lograban encontrar el nombre de la escuela. Algunos teorizaron que podría tratarse algún colegio inventado o sacado de internet en un intento de cubrir algo, y sonaba lógico, pero el problema era que los papeles de inscripción y demás brindados por sus padres mostraban claramente qué Daniela estudiaba en un lugar fundado en justamente en la ciudad, pero del cual nunca encontraron ni una pista, ni siquiera los adultos mayores recordaban haber escuchado sobre la misma en algún punto de sus vidas, tampoco dejando de lado que en los archivos históricos acerca de la ciudad no hablaban sobre ella.

Las búsquedas empezaron a cesar, la policía ya se estaba cansando de no llegar a nada y las esperanzas de encontrar a la niña cada día disminuían. Sus padres, si no estaban por la ciudad buscando a su hija, se la pasaban encerrados en casa viviendo una pesadilla en carne propia. Diego parecía llorar en silencio y sí antes, intentando ser amable era intimidante, ahora qué su hija había desaparecido sin dejar rastro parecía un asesino serial en potencia con su barba sin afeitar y los ojos rojos por la cantidad de alcohol qué consumía. Algunos como tú y Juanes (a pesar de la desconfianza que le generaba) intentaron brindarle ayuda, pero nunca se atrevieron por el miedo a su reacción. Sus comportamientos a veces eran erráticos, típicos de un hombre que debería estar encerrado en un hospital psiquiátrico. En las búsquedas, cada vez menores, lo podías encontrar hablando solo con la mirada perdida al cielo (despejado o no) diciendo cosas como: "iré por ti, voy a matar" o "cuando te encuentre, me pedirás piedad". También tomó la extraña costumbre de caminar por las noches por todo el vecindario sin un rumbo fijo tomando vino a grandes sorbos sin hacerle caso a nadie más. Javier, en un intento por brindarle algo de apoyo, te dijo una vez qué al acercársele, este con tan solo una mirada de advertencia, hizo que se alejara lo más rápido que pudiese y no lo volviese a molestar hasta que entró nuevamente a casa (te repites lo raro que resulta eso, pues Javier es un hombre casi de su mismo tamaño y complexión física al qué no le tiene miedo a casi nada).

Por el lado de Laura, a ella se le solía escuchardurante las noches llorando desconsoladamente, lanzando gritos desgarradores dedolor. La ayuda estuvo siempre presente, pero nunca salía de casa sí no erapara buscar a Daniela, momentos los cuales siempre se la pasaba con la miradabaja, sin prestarle atención a nadie más que su esposo quién estaba igual opeor mentalmente. Sus ojos estaban vacíos de vida, cómo sí la desaparición desu hija le hubiese arrancado una gran parte de su vitalidad. Cada día se leveía mucho más flaca y demacrada por la depresión tan severa que llevaba dentrode sí. Era triste ver como su mundo se caía a pedazos sabiendo que no podíashacer absolutamente nada para ayudarla, pues como ya sabes, es algo muy difícil. 

la oscuridad detrás de la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora