Encuentro conmigo mismo

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Las tardes después de las clases solían ser momentos que aprovechaba bastante para relajarme y perderme en mis pensamientos, vagando por la ciudad, distrayéndome de todo el estrés que llevaba encima debido a las jornadas universitarias que solían ser bastante pesadas. Me gustaba mucho caminar desde la universidad a mi casa, un trayecto que tomaba por lo menos unos 20 minutos de ida y vuelta, sin falta, tiempo que solía usar para, además de liberar mi enojo o estrés, sentirme a gusto conmigo mismo y organizar mis pensamientos. Desde la adolescencia he sido alguien al que le gusta hacer deporte y moverse, detesto quedarme quieto por mucho tiempo en un solo lugar.

Tuve la suerte de entrar a la universidad más cercana que encontré a mí hogar, justo a la carrera que yo más quería: psicología. Durante las primeras dos semanas solía ir en transporte público como taxi o autobús, pero al darme cuenta de la cercanía, empecé a tomar cómo costumbre salir un poco antes en las mañanas o tardes y caminar todo el trayecto escuchando música. Podría haber una mañana o tarde con un sol picante y penetrante, o una en la que el cielo estaba totalmente oscuro por las nubes grises que amenazaban con una torrencial tormenta, mi costumbre era casi sagrada y no la cambiaba a no ser que fuese sumamente necesario.

Dependiendo de que tan pesada hubiese sido mi jornada académica y de la cantidad de trabajos que tenía, de vez en cuando, solía alargar o apurar mi camino de vuelta a casa. Solía pasar frente a un parque bastante amplio en el que la gente hacía ejercicio, paseaba a sus perros y jugaban entre sí al fútbol o baloncesto, y sí me encontraba bastante fatigado mentalmente, me daba unas cuantas vueltas por allí y luego retomaba mi camino. A veces me sentaba en una silla y colocaba música en mí celular, aunque también solía simplemente quedarme en silencio mientras observaba a los demás hacer sus actividades diarias, divirtiéndose, sin muchas preocupaciones. Nadie me conocía, era simplemente otra persona más descansando, sin meterse en ningún tipo de problemas, y la sensación de pasar totalmente desapercibido era la que ayudaba a relajarme. Cerca de aquel parque, solía haber una cafetería que frecuentaba constantemente cuando salía con amigos o en soledad, cuando quería despejar mi mente. Allí vendían cosas realmente deliciosas, adoraba ir allí sobre todo por las empanadas de queso que hacían como en ningún otro lugar.

Recuerdo muy bien una tarde de viernes en la que el clima estaba especialmente frío, con un cielo oscurecido por las nubes y un ambiente algo deprimente. Acababa de salir de un día sumamente pesado y (que por momentos parecía interminable) dónde presenté un examen y una exposición sumamente importantes para la nota final de sus respectivas materias. Corría el mes de octubre del 2013 y yo contaba con apenas 19 años de edad, terminando ya el cuarto semestre de la carrera. Recuerdo estar con bastante sueño después de no haber dormido bien la noche anterior debido a ambos compromisos y con un hambre que me hacía rugir el estómago, no había comido nada desde el almuerzo. Necesitaba descansar bien esa noche, porque al día siguiente tenía que trabajar. Fungía como vendedor en un local deportivo de Nike en el centro de la ciudad, y no me iba tan mal. Lo hacía sobre todo para que mis papás no se esforzasen tanto a la hora de pagar las facturas de la universidad y los servicios de la casa, aunque no también lo hacía para gastarme uno que otro capricho. En aquel entonces me encontraba ahorrando para alquilar un apartamento que quedaba aún más cerca de la universidad, pero no me encontraba del todo en sí conseguirlo o no, necesitaba tiempo para pensarlo mejor.

Mis padres trabajaban en una importante empresa inmobiliaria en la que usualmente tenían que viajar a otras ciudades, por lo que solía quedarme solo constantemente, siendo esa una razón por la que dudaba en alquilarme ese apartamento. La casa se quedaría totalmente sola durante varios días y ellos, a pesar de vivir en un área bastante segura, me pedían el favor de cuidarla constantemente (refiriéndose a limpiarla y hacer las compras de vez en cuando). Esa fría tarde de viernes no era la excepción, por lo cual, tenía un par de planes; pedir un domicilio y comer allá o detenerme en la cafetería a la que tanto me gustaba ir para no gastar tanto del dinero que tenía en mí billetera aquel día. Y sí, puede que debido al clima hubiese sido mucho más fácil llegar a casa y solicitar algo desde allá, o directamente pasar comprando algunos bocadillos en una tienda cercana, pero aquella tarde realmente estaba antojado de dedos de queso recién horneados con una coca cola fría, no necesitaba nada más. Y bueno, también habría sido una posibilidad llamar para que me las llevaran a mi puerta, pero ¿para que esperar tanto?

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⏰ Última actualización: Apr 27, 2022 ⏰

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