una historia extraña

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Tarde del viernes, y luego de una ardua semana de trabajo, podía irme a mi casa a descansar durante todo el fin de semana con mi novia quién recién acababa de salir de vacaciones de la universidad. Me quedé frente a mí lugar de trabajo, esperando un taxi, pues mi coche estaba en el taller y a esas horas los buses estaban repletos. Además, era la opción más segura sí quería volver sano y salvo a mi casa, sin importar que estuviese a 20 minutos caminando.

Pocos minutos más tarde, le hice la parada a un taxi conducido por un chico de no más de 25 años de edad. Se le veía agotado, con unas marcadas ojeras en el rostro y una expresión de cansancio total. Sentí algo de pena por él, pues casos como el suyo, de jóvenes que no tenían oportunidades de conseguir buenos estudios habían de sobra en este país. Mientras me miraba, le dije mi dirección y sin decir palabra alguna, arrancó el auto. El no haber dicho nada realmente no me molestó, pues lo último que yo quería en ese momento era charlar con alguien, así que me coloqué los audífonos y puse algo de música relajante en mi celular. Me gustaba escuchar, sobre todo, canciones instrumentales porque para mí era una manera muy eficiente para liberar estrés, técnica que mi novia me recomendó y que usaba bastante cuando después de la universidad, le tocaba ir a trabajar.

Arrancamos sin ningún contratiempo mientras la lluvia empezaba a caer suavemente el techo del auto. Pensaba en lo rápido que se había pasado esta semana para mí. Desde qué empezó el mes, el tiempo parecía acelerarse más de lo normal, y con cierto humor me dije a mismo que en cualquier momento ya estaríamos a final de año abrazándonos entre todos.

Nos detuvimos en un semáforo, y al lado nuestro paró un autobús repleto de personas con expresiones igual de cansadas que iban de regreso para sus hogares. Internamente me preguntaba a que se podrían dedicar, como se llamarían, a dónde irían, o sí tenían novias, esposas, o hijos. Uno nunca sabía con quién se podría topar, y sí los volvería a ver en un futuro. Era posible que alguna de esas personas sentadas mirando por la ventana, en algún punto de su vida se convertiría en alguien famoso e influyente en la sociedad.

Al lado de la acera estaba una tienda deportiva cuyo escaparate mostraba un par de estatuas (masculina y femenina) con camisas del mismo equipo de fútbol, además de otros elementos para evidentemente hacer deporte. Sin embargo, eso no era lo que me importaba ni lo que me llamó la atención. No había ningún reflejo del taxi en el que estaba montado, solo se mostraba al bus a nuestra izquierda.

Rápidamente, me moví hacía ese lado de la silla para poder ver de una mejor, esperando que el conductor no pensara nada extraño por mis movimientos tan bruscos y repentinos. Bajé un poco la ventana, pero la situación era totalmente la misma, no había ningún reflejo, ni siquiera de mí mismo asomándome a través de la ventana. Sonaba y parecía ser algo totalmente imposible, pero era lo que mis ojos estaban viendo en ese momento. Quise pensar que solo se trataba de una especie de extraña ilusión óptica causada por el vidrío, hasta que el coche se movió y no pude ver nada más.

Intenté buscarle alguna explicación que nunca llegó. Era algo muy poco probable que sucediera, por no decir imposible. ¿Cómo había sido posible que el reflejo del taxi no se hiciese presente en la ventana del local deportivo, pero el del bus sí?

De pronto, el chico empezó a mirarme constantemente por el espejo retrovisor con una expresión que no me daba nada de seguridad. Por unos instantes creí que en cualquier momento podría robarme, pues mi sexto sentido me decía, o más bien me insistía que algo no estaba bien en esos momentos. Encendí mi celular y planeé mandarle un mensaje a mi novia para decirle la situación en la que me encontraba, hasta que el joven, con una voz ronca, me dijo:

- ¿Todo bien, señor?

Me lo dijo con toda la amabilidad del mundo, por lo que me sentí algo mal y culpable por haberlo juzgado sin tener razones para ello. Lo nervioso que me encontraba en ese momento posiblemente le hicieron pensar que algo debía de pasarme, y no lo culpaba de por lo menos mostrarle algo de interés a un hombre que lo juzgo sin siquiera conocerlo a fondo.

la oscuridad detrás de la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora