El trasplante

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Después de unas largas 5 horas, el trasplante de corazón había sido exitoso, el paciente de apenas 15 años iba a vivir por mucho tiempo más. Era momento de avisarle a sus familiares que todo había salido bien.

Luego de trasladarlo a un cuarto donde pudiera descansar durante unos cuantos días más, me dirigí a la sala de espera donde sus allegados aguardaban cualquier noticia, inquietos y ansiosos, intentando mantener una calma que parecía escapárseles de las manos cuando veían a cualquier médico acercarse a ellos.

Con satisfacción, les di la noticia, y no pude evitar sentirme sumamente feliz cuando aquel peso se les quitó de encima y las sonrisas empezaron a dibujarse en la cara de cada uno de ellos quienes, por turnos, me daban un largo abrazo diciéndome lo agradecidos que se encontraban por salvarle la vida a alguien que merecía por mucho seguir viviendo más tiempo del que llevaba en la tierra.

Les recomendé entonces que lo dejaran descansar por esa noche, pero que sí querían, fueran a visitarlo por unos cuantos minutos, aunque no esperaba que despertase en un largo rato por el efecto de la anestesia.

Al momento de quedar absolutamente solo, me senté en una silla y respiré con cierta tranquilidad colocándome las manos en la cabeza, estaba empezando a sentirme mareado y sentía que en cualquier momento iba a desmayarme. Sí, le acababa de salvar la vida a un joven, eso es lo que hago, ¿verdad? Logré revivir un cadáver con 3 días de fallecido trasplantándole el corazón de mi hija, uno que me vi obligado a robar de su tumba... pero era eso, o ver como alguien más lo hacía por mí. 

la oscuridad detrás de la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora