mi bebé

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Son pasadas las 12 de la media noche. La casa está totalmente silenciosa, y todos en ella están durmiendo plácidamente. Pero como es típico al tener un bebé recién nacido, el silencio se ve interrumpido tras los llantos del mismo, pidiendo un poco de leche materna. La madre se levanta, y va a la cuna para coger al niño en brazos. Sale con él al patio trasero para no despertar a su esposo que tiene el sueño algo liviano y a su otro hijo, ya de 9 años. Allí afuera, el viento frío le golpeó la cara. Su bebé, quien ahora se encuentra más tranquilo, suelta solo pequeños espasmos. No podía ser más parecido a su madre, a los dos les encantaba el clima frío.

Le empieza a amamantar y lentamente su hijo va quedándose dormido en sus brazos, y ella no pudo sentir más que la ternura que eso significaba. Sus amigos y familiares decían que ella tenía el don de tranquilizar a los niños, y eso le gustaba, adoraba pasar tiempo con esos pequeños humanos juguetones.

Algo la sacó de sus pensamientos, un olor fétido hizo que volviera a la realidad. Pudo notar con un poco de náuseas, que aquel olor que se sentía en el aire era el de carne podrida. Algo disgustada, pensó que la hamburguesa del refrigerador se había echado a perder, y se dispuso a entrar a la casa cuando notó que su bebé ya no era el mismo. Al mirarlo nuevamente, notó que ahora era un conjunto de huesos blancos envueltos en una manta, huesos tan pequeños que parecían los de un recién nacido, y así lo pudo confirmar tras ver el cráneo con algunos pedazos de carne podrida en él. Soltó un grito que debió de escucharse por todo el barrio y su esposo bajó corriendo poco después a ver qué sucedía. El niño mayor, asustado, también quiso bajar, pero decidió no hacerlo y encerrarse en su recamara.

Al llegar abajo, el hombre, con espanto, notó que su mujer miraba el esqueleto de un bebé tirado en el suelo. "Carajo, otra vez no", se dijo a sí mismo. Se acercó lentamente a ella, le tocó el hombro y tras voltear, ella le abrazó fuertemente, mientras su esposo le decía:

- Amor, mi querida, sé lo difícil que es para ti el haber perdido a nuestro Daniel en el parto, pero ya te he dicho que el profanar tumbas no te lo va a devolver.  

la oscuridad detrás de la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora