30.

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Capítulo 30: ¿Vamos a comer? (Menudo.)

Estúpido niñato.

Cruzo los brazos sobre el pecho y me quedo como estoy: tumbada bocarriba, llena de arena y con una mueca de desagrado.

 -       Sí, soy Saúl.- hace una pausa y se ríe entre dientes, mirándome.- Sí, está aquí. No quería hablar contigo.

Traidor.

Tengo que actuar deprisa si quiero que dejen de conspirar a mis espaldas. Extiendo el brazo con rapidez y le arrebato el teléfono móvil, llevándomelo a la oreja. Saúl se queda un momento estático, mirando al vacío, para luego fijar sus ojos en mí con una sonrisa ladeada.

 -       Es que es una cabezona.- oigo al otro lado del teléfono.

¡¡CABEZONA YO!! ¡¡PERO SI SOY UN ENCANTO!!

 -       ¡Cómo que cabezona!

Rober se ríe. ¡¡Pero qué hermano más tonto que tengo!!

 -       ¿Qué haces llamando a estas horas?- pregunto.

Allí deben ser poco más de las nueve de la mañana. Y no es normal que él esté levantado a esas horas.

 -       Tengo una prueba en la universidad, para la beca, ya sabes.

Vaya, parece que ya ha parado de reírse. ¡Qué suerte!

¿La universidad?

¿? ¿?

¡¡AAHHHHHH!!

Sí, le ofrecieron una beca deportiva en una universidad cercana de casa. Y está claro que mi hermano no puede aspirar a mucho más, por lo menos académicamente.

 -       Antes de que te la den tienes que recuperar las que te van a quedar, ¿recuerdas?

Se ríe de nuevo. ¡Qué pasa ahora! ¡¿Qué ha tenido de gracioso lo que he dicho?!

 -       Eso se consigue a golpe de talón, ya lo sabes.

Será corrupto de las narices, el niño malcriado. ¡¿Pero en qué mundo vivimos?!

 -       ¿Está Júnior levantado?

No quiero seguir hablando con éste, seguro que acaba preguntándome alguna estupidez. Y NO me apetece aguantar más tonterías. ¡Estoy en el paraíso! ¡Y quiero disfrutarlo!

 -       Pues sí, has tenido suerte.

¡Vamos! ¡Una suerte alucinante!

 -       ¡Pásamelo! ¡¿A qué esperas?!

¿Quiere que me salgan raíces o qué?

Vuelve a reírse y se oye un grito que dice “¡Pequeñajo!”. Me aparto el teléfono de la oreja un segundo.

 -       ¡Lore!

Tengo una familia de gritones.

Pero, bueno, al menos al pequeño lo soporto.

 -       ¡Felicidades, canijo!

-       ¡Gracias!

Me río por su tonillo. ¡¿Cómo pueden gritar tanto a estas horas de la mañana?!

 -       ¡Vi tu regalo!- chilla.

¡¿Pero por qué habla tan alto?!

 -       ¿Sí? ¿Te gusta?

La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora