43.

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Os cuelgo dos capítulos porque voy a estar unos cuantos días sin pasarme y por la tardanza. Muchas gracias por leer, votar y comentar!!!! ;)

Capítulo 43: Volvemos a vernos. (Lo que me faltaba.)

Alzo la mano para estamparla contra su mejilla, pero me sujeta firmemente por la muñeca en un rápido gesto y de un tirón me acerca a él. Le miro entre asombrada y cabreada.

-              ¿Qué se supone que…

Sonríe y, antes de darme tiempo a acabar mi magnífica pregunta, alza mi mentón para estampar sus labios contra los míos, enterrando de un plumazo todos mis reproches.

Siento cómo sus manos se deslizan por mi espalda hasta apretar mi cintura contra su cuerpo y me derrito por completo. En un impulso e ignorando el quejido de mis piernas que parecen haberse vuelto gelatina me alzo sobre las puntas de los pies para echarle los brazos al cuello y devolverle el beso como se merece (o no…).

(No, definitivamente no se lo merece… pero para nada.)

Una de sus manos sube hasta apoyarse contra mi nuca, intensificando el beso.

Es un liante, un completo liante, ¡no se puede arreglar todo con un beso de infarto! No es ético ni moral ni… ¡Que no se puede!

Se separa unos milímetros a buscar aire, pero vuelve a bajar su boca a la mía (lo hace para que no vuelva a replicar), agarrando fuertemente mi rostro con sus manos cálidas.

Mmmm…. Bueno… a lo mejor un poco sí que lo arregla… pero sólo un poco…

-              Si estás ocupada vuelvo luego.

Me separo de un bote de Saúl, que sigue manteniendo los brazos a mi alrededor, para dirigir mi mirada asombrada hacia la risa que suena a mi espalda.

-              Pues sí, estábamos un poco ocupados por si no te has fijado.- interviene Saúl.

Le doy un pisotón disimulado.

-              Tranquilo, me he fijado, tengo ojos en la cara.

Dirijo a mi ex-amigo Rubén una mirada asesina. ¿De qué va?

-              Ten cuidado o dejarás de tenerlos.- dice Saúl antes de que me dé tiempo a abrir la boca.

Pero será bruto.

Me giro hacia él, pero me ignora y sigue mirando fijamente a Rubén como si quisiera comérselo (comérselo en sentido malo, quiero decir).

-              ¿Me estás amenazando?

Pedazo de memos.

-              Es posible.- contesta socarrón aquí mi chico.

Le doy un golpe en el pecho para que pare, pero sigue mirando con cara asesina a Rubén, que desde luego no se queda atrás.

Odio el ego asqueroso de los tíos.

-              ¿Y se puede saber por qué razón?

Mira el otro imbécil.

-              Hay que ser idiota para no saberlo.

Qué fino.

Me separo de Saúl con un rebote de mil demonios y me apoyo contra la verja, a la mitad de camino entre uno y otro, que dirigen sus miradas hacia mí como si acabaran de darse cuenta de mi presencia.

-              Cuando dejéis vuestras gilipolleces de niñatos me avisáis.- anuncio, cruzándome de brazos.

Si es que los hay tontos y luego están ellos, uno tras otro.

La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora