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Capítulo 8: Una ocasión especial. (Ya, dos narices)

Me doy una relajante y vaporosa ducha para quitarme el olor a tierra y las rozaduras de piedra de la piel. Me pongo unos pantalones cortos negros y una camiseta de manga corta blanca y bajo a cenar.

Como siempre, mi padre está en la cabecera y “Junior” a su derecha. Lo raro es que Roberto me ha cedido su sitio a la izquierda y se ha sentado él al lado de la silla libre.

Me siento y al segundo empiezan a traer la cena.

 -              ¿Qué tenias que decirnos, papá?-pregunta Roberto a mi lado.

-              Ah, si.

Nos mira uno a uno.

¿Y si nos dice que se va a casar de nuevo?

No podría soportarlo. ¡Mi padre es solo mío!

 -              Loretta, ¿Qué te pasa?

Sin darme cuenta había agachado la cabeza, por lo que la levanto y sonrío, aún con aquel pensamiento aterrador en mi cabeza.

 -              Nada, estoy bien. Continúa.

-              Bueno, lo que tenía que deciros es que no hagáis planes para el sábado de la semana próxima.

-              ¿Por qué?-pregunta Roberto.

Yo sigo comiendo, mirando mi plato.

Seguro que ahora nos dice que nos va a presentar a su novia.

 -              Porque la Sociedad ha organizado una fiesta para ese día.

Pues no se qué es peor, la verdad.

 -              ¡No quiero ir, papá!-me quejo.

-              Tienes que ir, cariño; ya lo sabes.

-              Pues a mí no me parece una noticia tan mala.-comenta Roberto.

-              Claro, porque a ti te encanta que te rodeen las niñas ricas que quieren casarse contigo, pero para mí esas fiestas son un rollo.

-              A lo mejor éste año encuentras un novio allí.-dice mi hermano por lo bajini.

-              ¡Roberto! ¡Papá, dile algo!

-              Roberto, no le digas esas cosas a tu hermana.-interviene mi padre, luego se gira hacia Álvaro, que no ha despegado la boca.-Álvaro, tú te quedarás aquí con Patricia. Lo siento, hijo, tú no puedes ir todavía, eres muy joven.

¡¡Yo también quiero ser pequeña!!!

 -              ¿Puede quedarse Ezequiel a dormir?

-              Sí, claro.

Se lo consiente todo, jopeles.

Bueno, la verdad es que los tres estamos bastante consentidos.

 -              Os tenéis que comprar unos trajes.-nos dice mi padre a Roberto y a mí.

-              ¿Qué te parece si mañana nos vamos de compras, hermanita?

Gruño como respuesta.

¡Qué remedio!

¡Estúpida Sociedad de las narices!

La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora