6.

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Capítulo 6: de excursión. (como los cinco, pero siendo dos y en pleno siglo XXI)

¿Qué me pongo? Esa es la cuestión.

Respuesta: la ropa que tengo para escalada, ¿no? Es lo más lógico.

Uno de los pantalones largos de gimnasia de marca (como no), rojos; y una de las miles camisetas de tirantes, negra. Me aseo un poco, me hago una coleta alta, me pongo mis veneradas playeras negras con suela antideslizante y... ¡lista!

Suena el timbre, alguien va a abrir y....

-            ¡Lore!- la voz del pequeño suena por toda la casa.

No le contesto. No hace falta.

Bajo a la cocina, cojo unas botellas de agua mineral que hay en el congelador para estos casos y voy hacia la puerta. Me quedó un segundo parada antes de llegar. Mi hermano mayor y Saúl hablan animadamente, como si se conocieran de toda la vida.

-            ¿Qué está pasando aquí?- pregunto.

-            Hay que tratar bien a los invitados, ¿recuerdas?- se burla Roberto.

-            ¡Cállate! Tú nunca has tratado bien a los invitados, eso siempre me toca a mí.

-            Bueno, encantado de conocerte.-pasa de mí y le estrecha la mano a Saúl.

-            Igualmente.

Salgo por la puerta, pero alguien me tira de la camiseta desde atrás. Me giro.

-            Adiós, pequeñajo.

Le revuelvo el pelo con la mano.

-            Adiós, hermanito.- también me despido de Roberto, pero a él no puedo revolverle el pelo. A parte de porque a penas llego, me mataría.

Me cuesta reconocerlo, pero los quiero mucho. Tengo una familia singular, pero son lo más importante que tengo.

Saúl abre el coche con el mando.

-            No creerás que vamos a ir en tu coche, ¿verdad?

-            ¿Dónde si no?

Le miro burlona.

-            Acompáñame.-le pido.

Nos dirigimos hacia el garaje, lo abro con el mando, que he metido en el bolsillo de mi pantalón.

-            Vamos a ir en ese-señalo un Land Rover 4x4 todo terreno de color negro, con grandes ruedas y luces por todos lados.

-            ¿Tienes carné?

-            No, vas a conducir tú.

-            ¿Yo?

-            ¿Asustado?-  pregunto burlona.

-            Esa palabra no está en mi vocabulario, pequeña.

Me río y entro en el coche, en el asiento del copiloto. Él se sienta en el del conductor, le doy las llaves y arranca. Nos ponemos el cinturón casi a la vez, como programados.

-            Tú me guías- me avisa, sonriendo.

El coche ronronea suavemente y sale hacia la salida del garaje. Apoyo la espalda contra el respaldo del asiento y me estiro en silencio.

 -            Coge la autopista principal.

-            De acuerdo.- sonríe, pone el intermitente y gira hacia donde le he dicho.- ¿Y el equipo?

La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora