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Capítulo 1: La vuelta al cole.( Si es que esa jaula llena de profesores resentidos y maníacos y alumnos superficiales y llenos de granos, se puede llamar cole.)

-              ¡Qué asco!- trueno cuando oigo el molesto sonido del despertador y la voz de Patricia, una de las personas que sirven en la mansión.

-              Señorita Loretta.- me llama a través de la puerta.

-              ¡Te he dicho mil veces que me llames Lore!- grito, odio profundamente que me llamen Loretta, y más señorita Loretta.

Ella ríe y se aleja por el pasillo, como cada día.

Me levanto con desgana ¡Maldita sea, otra vez a empezar el maldito bachiller, el asqueroso tercer trimestre!

Abro el vestidor y me meto dentro para elegir la ropa. La gente normalmente la elegía la noche anterior, pero yo no; yo la tengo que elegir ese mismo día, según mi estado de ánimo. Si estoy muy cabreada visto de negro y normalmente con calaveras; en cambio, si estoy de buen humor, cosa que ocurre pocas veces, visto de amarillo chillón, naranja fosforito, rosa fucsia...

Hoy estoy normal, de modo que me pongo unos vaqueros bajos, con campana,  una camiseta blanca de tirantes con letras plateadas formando las palabras “Call me” y una sudadera negra, sencilla.

Me calzo mis admiradas “Pumas” negras, que me encantan, y salgo al baño.

No hace falta contaros lo que hago en el baño, ¿no?

 Corro escaleras abajo; ya que si no llego a tiempo, solo quedará para desayunar lo que a los demás no les gusta. Mis hermanos son más rápidos comiendo que un obeso con un pastel de chocolate delante; y aún así mantienen el tipín, asquerosos.

Sorprendentemente, mi padre está abajo, sentado en la cabecera de la mesa del comedor, removiendo su café con aire distraído. Lleva puesto un jersey de cuello alto negro y unos vaqueros; lo que yo os decía: rollo casual. Hoy no le tocaría trabajar, ya que si fuera así no estaría aquí, ni llevaría esa ropa.

A su derecha está Álvaro, engullendo unos enormes bollos de crema, sus favoritos, y bebiendo un tazón de cola-cao. Parece de buen humor, rutina; es un maldito repelente. Viste de chándal, como siempre. Hoy ha optado por uno negro con rallas laterales rojas.

A la izquierda de mi padre está Roberto, vestido con una sudadera negra, una camiseta naranja y unos vaqueros negros; también come tan rápido como Álvaro, pero de forma más elegante. Tiene delante un plato lleno de donuts y una taza de café.

¿Pero qué narices pasa hoy? ¿Por qué todos de negro? Parece que nos hemos puesto de acuerdo. Bufo mientras entraba por la gran puerta.

Mi padre me oye y alza la cabeza de su taza de café para mirarme con una gran sonrisa. ¿Se habrá dado cuenta de que cada vez que sonríe, seguramente haya alguna mujer hiperventilando?

 -              Aquí está mi princesa- dice mientras me acerco, ¡Qué manía tienen los padres con llamar a sus hijas de forma ridícula!- Estás muy guapa esta mañana.

Me paro en seco. ¿Muy guapa? ¡Cómo que muy guapa! ¡Yo no quiero estar muy guapa!

Acabo pensando que es una tontería enfadarme por eso y sigo mi rumbo. Le doy un beso en la mejilla, lo hago cada vez que lo veo, ya que lo veo poco. Paso por detrás de Álvaro para coger mi desayuno y le propino un discreto capón en su enorme cabeza rubia. Casi se traga en bollo entero; intento contener la risa, pero Roberto, que lo había visto todo, ríe con estruendo. Ya no puedo contenerme más y me uno a él. ¡Qué cara se le había quedado!

La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora