53.

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Capítulo 53: agua fría.(… sí, es buena idea)

Luz. Está entrando luz.

Es imposible. ¡Llevo cinco minutos durmiendo! (Siempre pienso lo mismo, por lo que seguramente sea mentira)

Me acurruco y abro los ojos, amodorrada. ¡Vaya!

Tengo la cabeza apoyada en el hombro de Saúl, con las manos sobre su pecho y las piernas liadas entre las suyas, fuertes y cálidas. Madre, qué a gustito.

Recorro lentamente las líneas de su pecho. Está cuadrado, demasiado para no perder la cabeza.

-            ¿La bella durmiente despertó?

¡Cómo le gusta usar ese tonillo burlón que me desquicia!

-            No, sigo durmiendo.- contesto con una sonrisa.

Levanto la cabeza para verlo. Sonríe. Alza la mano que tiene sobre el hueso de mi cadera y acaricia mi mejilla con el dorso.

-            ¿Cómo te encuentras?- pregunta.

Me incorporo un poco, apoyando mis brazos cruzados sobre su pecho para verlo mejor.

-            Depende de con qué momento anterior lo quieras comparar.-pongo un dedo sobre su torso y hago círculos (mal hechos, claro. Estoy demasiado distraída)- Estoy mucho mejor que antes de llegar tú anoche y ligeramente peor que una hora después de haber entrado.

Se ríe y se inclina hacia mí para apoderarse de mis labios, que siempre están demasiado dispuestos para él, lo cual es totalmente intolerable.

Desde luego. Ni que se mereciera que me porte así de bien con él… bueno, lo de anoche creo que compensó bastante (¿bastante? Más bien todo).

-            Bonita respuesta.

Sonrío mientras sigue besándome. Estoy taaaaaaaaaaaaaan perdida…

Y soy taaaaaaaaaaaaaaan tonta.

Tanteo con los dedos la piel caliente de su mejilla, acariciándolo.

Saúl me separa unos milímetros de su rostro para mirarme fijamente a los ojos y me fijo en los suyos, parecen más grises que nunca, manteniendo ese brillo castaño tan especial.

-            Eres preciosa.- susurra.

Yo me derrito.

Ainsssss, pero qué monísimo.

No es por nada, pero creo que esto no es sano, me pongo tonta con cada cosa que me dice, pronuncia un par de palabras bonitas y me caigo redonda.

Sonrío ampliamente y bajo la cabeza para poyarla contra su pecho, escuchando los poderosos latidos de su corazón. Pum-pum, pum-pum, pum-pum, pum-pum…

Siento su mano en mi espalda, rozando mi piel con una leve caricia que me hace cosquillas allí por donde pasa. Río sin poder evitarlo.

-            ¿Qué me has hecho?- pregunto en un murmullo divertido.

Levanto la cabeza para mirarlo a través de las pestañas. Él ríe encantado y, de un movimiento, rueda hasta que queda sobre mí, apoyando su peso sobre los brazos a ambos lados de mi rostro. Dejo una mano sobre su brazo, admirando los músculos fuertes de éste y la otra sobre su mejilla.

Está… pa comérselo.

-            Esa no es la pregunta correcta, princesa, te equivocaste de sujeto.- rebate, rozando sus labios contra mi garganta.- La pregunta es: ¿qué me has hecho tú a mí?

La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora