Capítulo 36.

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—La gente es tremendamente inmadura y por eso es que están susurrando cosas a tus espaldas —resolvió Theo razonablemente—, simplemente ignóralos.

—A veces quisiera tener 12 nuevamente en vez de 16 para poder golpear a todos esos mocosos de primero —murmuré de mala gana, rodando los ojos.

—¿Qué están susurrando de mi mejor amiga? —les gritó Pansy a unos niños de segundo año que se sobresaltaron al escuchar su grito—. 10 puntos menos para Hufflepuff.

—Cariño, no puedes irle quitando puntos a los niños por cosas personales —le dijo Theo a Pansy dulcemente.

—¡Amor, están hablando mal de Jade! Ella no permitiría tampoco que nadie hablara de tal forma de nosotros —replicó Pansy, haciendo puchero.

—Dejen de hacer esas cosas de parejas frente a mí, me hacen sentir mal. ¡Y eso que tengo novio!

Los tres cruzamos el pasillo, acercándonos cada vez más a la oficina de Umbridge.

—Por cierto, ¿qué tal todo con Potter? —preguntó Parkinson.

—Uh, bien, supongo.

—¿Cómo que supones? —entrecerró los ojos Nott.

—No sé, está un poco distante. Pero no lo culpo, ambos hemos estado muy ocupados. Este año las tareas son insoportables...

Llegamos a la oficina de Umbridge. Miré la puerta con una mueca.

—¿Quieres que te vengamos a buscar? —ofreció Theo.

—No es necesario. Gracias por acompañarme chicos —les di un beso en la mejilla a ambos y entré al despacho.

Cuando lo vi, me dieron ganas de vomitar.

Todo era de color rosa chillón. Habían un montón de juegos de tazas de té, algunas amontonadas, otras colgando. La mayoría de "cuadros" eran gatos... cientos de gatos que me observaban. Al fondo, sentada en una mesa, estaba ella, tomando té.

Me sorprendí de ver a Harry saliendo ya de la habitación, sin mirarme.

—Buenas tardes, señorita Brown.

Me había quedado tan absorta mirando los desagradables gatos que me asusté al escuchar la voz de Umbridge.

—Buenas tardes, profesora.

Estaba intentando ser amable, porque de nada servía tenerla de enemiga. Había resuelto en que lo mejor sería fingir estar con la guardia baja.

—Bien, siéntate.

Me senté en la silla frente a la mesa, donde una hoja de pergamino blanca descansaba, como esperándome.

—Va a escribir algunas líneas para mí, señorita Brown. No, no con su pluma —se apresuró a decir al ver que sacaba mi pluma—. Va a usar en cambio una mía, especial. Aquí la tiene.

Me entregó una pluma negra, larga y delgada, con la punta notoriamente afilada.

—Quiero que escriba "no debo decir mentiras, debo controlarme" —dijo suavemente.

—¿Cuántas veces? —pregunté, tomando una bocanada de aire para calmarme.

—Oh, todas las veces que la idea requiera para ser asimilada —dijo Umbridge dulcemente.

Ella se dirigió a su propio escritorio, se sentó y enrolló unos pergaminos que parecían ensayos para corregir.

—No me ha proporcionado tinta —dije.

—Oh, no necesita usted tinta —respondió la profesora Umbridge, con un dejo de risa en la voz.

Fruncí el ceño por unos momentos, pero luego escribí en el papel "no debo decir mentiras, debo controlarme"

Monamour. |Draco Malfoy|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora