Capítulo 78.

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Entramos a la habitación. Era gigante y muy desordenada. Apenas estaba iluminada. Habían diferentes objetos tirados por doquier: resultaba como un laberinto de cosas. Quise tocarlas, pero Draco me advirtió que no agarrara nada. Dimos unos pasos lentos hacia algún lugar, yo lo seguía a él. Pasamos junto a un montón gigante de tazas y cosas frágiles hasta que llegamos a nuestro destino.

El armario era raro, tenía diferentes cosas talladas en él y presentaba una forma triangular. Draco se acercó a él y lo tocó brevemente.

—Llevo semanas intentándolo, pero no logro hacerlo —murmuró con frustración.

Entonces comenzó a lanzarle hechizos e intentar transferir manzanas. Yo me senté en el piso y lo observé. Se veía realmente estresado por no lograr arreglar ese armario.

—¿Dónde está su gemelo? —pregunté, viéndolo fallar por decimotercera vez.

—En Borgin y Burkes —respondió él.

¿Borgin y Burkes? Oh, esa era una tienda que estaba en el callejón Knockturn, cerca del callejón Diagon.

Esperen... magia oscura... tienda... revisé entre mis recuerdos a ver si había entrado alguna vez ahí. No... parecía que no. Pero, ¿y si ahí había algún objeto que me permitiera matar a Dumbledore? Algo mucho más fuerte que el veneno, algo mucho más peligroso.

Bien, tendría que hacerle una visita a Snape.

(...)

—Iré contigo.

Torcí el gesto y miré a Draco. —mira, Malfoy, probablemente estés emocionado por saber que ambos somos mortífagos o no sé, pero no tienes que acompañarme a cosas peligrosas sólo por eso...

—Cállate, Brown —me interrumpió y puso los ojos en blanco—. Tengo libertad para ir a donde yo quiera.

Negué con la cabeza. Maldito necio.

Lo más difícil de todo fue convencer a Snape. Yo sabía que él sabía que yo era mortífaga, mi mamá le hizo varias visitas a su casa y dudo que no se haya ido de lengua suelta. Sin embargo, él no quería que nosotros fuéramos al callejón Knockturn. Claramente no sabía que debía asesinar a Dumbledore, me lo impediría, pero comprendió que era algo importante así que finalmente, luego de muchas palabras de ruego, accedió. De muy mala gana, pero accedió.

Utilizamos su chimenea para irnos. Agarré unos polvos flu para cuando tengamos que regresar y los guardé en el bolsillo de mi traje. Salí en una tienda oscura, ya que el sol no la iluminaba. Tenía cosas extrañas por todos lados: calaveras, manos, pies, uñas, cabezas, collares, pulseras, anillos, etc. A los segundos de que yo hubiera salido de la chimenea Draco apareció a mi lado. Llevaba puesto su traje negro y tenía el rostro serio.

Caminamos hacia el mostrador. Draco se mantuvo un poco más atrás de mí, pero tenía la mirada atenta. Toqué una campanita que estaba en la mesa y casi al instante, como si lo hubiera invocado, salió el arrugado dueño de la habitación.

—¿Sí? —preguntó de golpe, con el cejo entre fruncido y voz maleducada.

—Buenas tardes, señor Borgin —saludé educadamente, incluso sonriendo un poco—. Me gustaría saber si vende algún producto... ya sabe, de utilidad.

—¿Cuántos años tiene? —preguntó primeramente, tome una respiración profunda.

—17. —respondí. Era una suerte ser mayor de edad, porque estoy segura de que no me vendería nada si tenía 16.

Él asintió y me indicó que lo siguiera. Estuvimos viendo diferentes objetos que no servían de nada. Una mano que te comía la cara, un cráneo que te hacía ver tus peores pesadillas y morir de un infarto... nada me servía. En un momento vi el gemelo del armario Evanescente que Draco intentaba reparar. Caminamos un poco más hasta que lo vi.

Monamour. |Draco Malfoy|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora