Capítulo 82.

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Jadounette Brown

—¡Joder, apúrate, hurón! —grité escaleras arriba—. ¡Ya me hice vieja y tú sigues bañándote!

—¡Me estoy vistiendo! —gritó él desde el cuarto.

—¡Pues mueve las manos! —después de gritar eso me fui a sentar junto a Pansy en el mueble—. Nunca vi a nadie tardando tanto en bañarse.

—Se estaba retocando el tinte —dijo ella maliciosamente.

—Deja la envidia, Parkinson.

Ambas levantamos la vista hacia las escaleras y juro que tuve que recordarme que estaba por ir a una boda, y probablemente a una iglesia.

Pero... ¿cómo diablos Draco podía verse tan bien?

—Qué feo —dijo Pansy—. En tus sueños ese traje se te verá bien.

—Los guapos no soñamos, nos sueñan —replicó él con una sonrisa descarada.

Dirigió su mirada hacia mí y sentí que me mareaba por lo intenso de sus ojos.

—Disculpen que los interrumpa —ambos dejamos de mirarnos y nos volvimos hacia Pansy, que estaba junto a la chimenea—. Pero llegarán tarde —y sacudió la taza con polvos flu.

Me levanté del mueble negro de cuero, agarré el bolso y me lo colgué sobre los hombros. Fui hasta donde Pansy y agarré un puñado de polvos flu.

—¡Me traes un centro de mesa! —exclamó ella al mismo tiempo que yo decía la dirección y lanzaba los polvos.

Cuando salí de la chimenea, me salí riéndome por lo que me había dicho. A los segundos salió Draco, sacudiéndose el traje negro y el cabello platinado.

—Pensé que no vendrías como drogadicta —me dijo cuando se desocupó.

Puse los ojos en blanco. Llevaba un vestido negro de mangas largas hasta más arriba de las rodillas, con un collar dorado de corazón que mamá me había regalado con una foto de ella y mía adentro. Además de mis botines altos de color blanco y el cabello recogido en una cola de caballo alta. Mi cabello caía en ondas hasta mi cintura. Era triste saber que no podría usar nada sin mangas más nunca.

—Ya sé qué te regalaré en tu cumpleaños: un libro de insultos creativos. A ver si así los mejoras —dije.

Estábamos dentro de lo que parecía ser una casa, donde habían algunas personas hablando. Había un hombre alto con túnica blanca que tenía una bandeja con unos bocadillos.

—Bienvenidos —nos dijo, y nos ofreció de la bandeja. Ambos obviamente que agarramos—. Afuera está la familia de la pareja y los asientos.

Draco y yo nos miramos con sorna mientras salíamos. Quizás era porque no estábamos familiarizados con ese tipo de ambiente o quién sabe. Salimos al exterior y todo estaba decorado muy hermosamente: habían árboles con flores rojas, rosadas y blancas alrededor de todo el sitio, al igual que una larga fila de sillas a los costados de una larguísima alfombra roja. También habían, en la parte de la pista de baile, mesas circulares con sillas doradas y cintas amarillas bordadas en los manteles blancos, y preciosos centros de mesa con flores amarillas también. Además de una cortina de luces arriba de la pista de baile, e hileras de luces en las dianas que colgaban como una entrada que daba paso hacia un bosque.

No muy lejos de ahí, estaban los padres de Cedric y Cho, conversando. Decidí que sería de mal gusto no acercarnos al menos a saludar, así que le dije a Draco que fuéramos.

—¡Hola, señor y señora Diggory! ¡Hola, señor y señora Chang! —saludé, llegando a su lado—. Qué decoración tan linda, estoy segura de que los novios han de estar contentos.

—¡Oh, están muy felices, ya lo creo yo! —dijo el señor Diggory.

—Cho casi llora de la emoción —dijo la señora Chang, sonriendo y mirando a su esposo, que sonrió también.

—Es un ambiente muy agradable —dijo Draco, sólo para participar o por cumplir.

—¿Verdad que sí? ¡Disfruten de la boda!

Nos fuimos a sentar en una de las mesas circulares y hablamos entre nosotros. Había muchísima gente que no conocíamos, sólo reconocimos a algunos compañeros de Diggory de Hufflepuff.

Ah, y a Fred y George.

—¡Fotocopias! —exclamé.

—¡Agua! —dijo Fred.

—¡Cuánto tiempo sin verte! —dijo George.

Me sentí mal por un momento. No había podido ir a la inauguración de su tienda en el callejón Diagon, porque estaba en los entrenamientos, torturando niños. No los había apoyado como prometí.

—Lamento no haber ido a la inauguración —dije con sinceridad.

—No te preocupes. Cualquier día puedes ir, te haremos un descuento del 1% sólo por ser nuestra amiga —repuso Fred.

Me reí al mismo tiempo en que apagaron la música. La gente empezó a sentarse en las sillas cerca de la tarima donde los novios se harían esposos, así que Fred, George, Draco y yo nos levantamos y nos sentamos en la tercera fila.

Cedric ya se encontraba ahí. Tenía una expresión jovial e iba vestido de forma muy elegante. Su cabello castaño estaba perfectamente peinado y sus manos estaban entrelazadas delante de él, esperando a su futura esposa.

Las luces se rebajaron un poco y todos los invitados volteamos hacia atrás para ver el espectáculo. Las damas de honor tenían puestos vestidos rojos con flores doradas e iban lanzando pétalos de rosas blancas que se distinguían perfectamente sobre la alfombra roja que estaba en el piso. Entonces, sujetándose del brazo de su padre, salió Cho, más preciosa que nunca: su vestido era largo y blanco. Tenía bordados rojos en la falda que daban forma a hileras de flores. En la parte de arriba habían algunos adornos amarillos y dorados. Su cabello estaba atado en una cebolla con una trenza, algunos mechones de cabello saliéndose en la frente para darle un toque más estético. Tenía una corona extraña a los costados de donde su negro cabello estaba atado, pero aun así se veía bellísima.

Ella se subió a la tarima junto a Cedric. Comenzaron sus votos. Habían personas llorando, como la mamá de Cho y el papá de Cedric.

—Los declaro marido y mujer —dijo el mago que los estaba casando—. Pueden besarse.

Cedric y Cho se besaron y el mago alzó su varita e hizo que una lluvia de estrellas y flores rojas los bañara. Todos empezamos a aplaudir, Fred y George daban virotes y el señor Diggory se desplomaba sobre su esposa, que sonreía ampliamente.

Los novios salieron agarrados de la mano hacia la pista de baile mientras la gente les tiraba flores. Agarré a Draco de la mano y me lo llevé para allá. La gente se iba acumulando y el DJ puso una canción lenta para que la pareja bailara.

—Qué tiernos —susurré—. ¿Te imaginas si Theo y Pansy se casan?

—Oh, todo sería demasiado empalagoso —murmuró Draco, haciendo una mueca—. Y probablemente ambos lloren antes de terminar los votos.

Nos reímos en voz baja.

La boda avanzó. Ahora estábamos en la fiesta. Ya me había comido un montón de bocadillos y había bailado hartas veces con Draco, Fred y George. Incluso bailé con Cho. Justo ahora estaba bailando con Cedric.

—Es el día más feliz de mi vida —dijo él, sonriendo a más no poder.

No pude evitar sonreír también. Cedric se veía tan feliz que eso hacía que mi corazón se fundiera en una cálida alegría ajena.

—Prométeme que cuando termine la guerra regresarás —dije de pronto, luego de dar una vuelta.

Él sonrió otra vez.

—Claro que volveré, y te buscaré. Entonces charlaremos hasta aburrirnos, y comeremos hasta el cansancio.

Dimos otra vuelta y dimos por finalizado el baile. Mientras se estaban yendo y todos les echaban arroz, sólo podía pensar en una cosa.

Espero que no me odie.

Monamour. |Draco Malfoy|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora