Capítulo 50.

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—Jade, tengo miedo —me susurró Draco, con las manos temblorosas—. ¿No podemos devolvernos?

—No —le respondí en un susurro bajo—. Ya no hay vuelta atrás, hurón.

Él entró en pánico internamente mientras observaba de lejos el avión, que se estaba preparando. Mi madre se había ido a buscar café, según ella, eso siempre la calmaba antes de un vuelo. ¿Cómo la cafeína lograba tranquilizarla? Sabrán las sandalias de Moisés.

—¿Por qué no pudimos irnos de una manera... —comenzó Draco. Miró a todos lados para que nadie lo escuchara y bajó el volumen de su voz— menos muggle?

—Bueno, esa fue la condición que mi mamá puso —repuse.

Él chasqueó la lengua y volvió a mirar el avión.

—Bien, aquí traje tres vasos de café —anunció mi mamá, apareciendo en todo su esplendor—. Uno para mí, otro para Jade y otro para Draco.

Draco se tomó su café de un solo trago, sin importar si se quemaba. Se lo tragó de una y, en el viaje que estaba haciendo mi vaso de la mesa a mi boca, se quedó en el medio por lo sorprendida que me quedé viéndolo. Mi mamá también se le quedó viendo algo perpleja.

—Vaya, pensé que sólo Narcissa tenía ese hábito —murmuró para sí misma—. ¿Cómo demonios no te quemas?

—No lo sé, los nervios no me dejan pensar en mi garganta —dijo él apresuradamente.

Pasajeros del vuelo número 2 a Sudamérica, por favor, abordar por la puerta número 7.

La voz casi robotizada de la mujer tras el parlante del aeropuerto hizo eco en todo el piso. Agarré mis cosas y Draco comenzó a murmurar cosas inentendibles. Mamá nos acompañó hasta la fila.

—¡Adiós, niños! ¡Que tengan buen vuelo! ¡Que pasen lindas vacaciones! ¡No hagan ninguna locura! ¡Saluda a todos de mi parte, Jade! ¡Los quiero! —gritó mientras entrabamos al túnel del avión.

Nos despedimos de ella con la mano y avanzamos en la fila. Draco veía todo, blanco como el papel.

Le entregué nuestros pasajes a un hombre que estaba parado en la puerta del avión, verificando que ese fuera nuestro vuelo. Los revisó un momento y nos los devolvió, dejándonos pasar. Caminamos un poco y, mientras yo buscaba nuestros asientos, Draco me susurraba cosas en voz baja que ignoraba. El maldito me iba a poner nerviosa si seguía diciendo que moriríamos.

—Son estos —le dije, señalando los asientos 7D y 7E—. Te toca en el lado de la ventana.

Él abrió los ojos de par en par y negó repetidas veces con la cabeza.

—No soy idiota, yo no iré en el lado de la ventana. ¡Cambiemos de asientos!

Suspiré. —bien, pero te tocará estar al lado de otra persona random.

—No importa. Seguiré estando a tu lado, ¿no?

Sonreí y asentí. Me senté en la ventana y Draco se sentó a mi lado. Al rato, un hombre pelirrojo se sentó al lado de él. Se puso unos audífonos y cerró los ojos.

Comencé de hablar sobre cualquier cosa con él para que olvidara los nervios que tenía. Creo que lo logré, pues se quedó más tranquilo. Me estaba platicando sobre una de sus vigilancias con Pansy cuando el movimiento brusco del avión nos interrumpió.

—Jade... el avión está avanzando...

Miré por la ventana. Cada vez iba tomando más velocidad para impulsarse y así volar. Estaba viendo todo muy alegremente, pero algo me distrajo por completo.

Monamour. |Draco Malfoy|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora