Capítulo 59.

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Ese día estaba especialmente sentimental. Así por lo más simple, ese día estaba siendo una reverenda basura. Primero, en el desayuno, sentí un par de ojos sobre mí. Molesta, levanté la mirada y me encontré a quien menos quería ver ese día: Harry Potter.

El muy descarado me sonrió un poco, y yo sólo puse los ojos en blanco y volví a mi cereal.

Luego, en clase de Defensa Contra Las Artes Oscuras, discutí con la desagradable de Umbridge porque según ella, "iba a tener que pagar las consecuencias de mis actos que son no asistir durante dos semanas a clases" claro que repliqué, y le expliqué mi madre ya había hablado con Dumbledore al respecto, a lo que ella respondió que "Dumbledore ya no era director, así que su palabra ya no valía de nada en el colegio"

Sí, la muy perra me castigó.

Mi madre se enterará de esto.

Más tarde, McGonagall me regañó porque no me estaba concentrando en las clases. ¡Sólo porque miré por cinco segundos por la ventana! ¡Joder!

El almuerzo también fue un asco. Goyle derramó todo su jugo de calabaza sobre mí, y muchos en el Gran Comedor se rieron de mí. Para rematar, me caí cerca de la salida.

Sí, sólo faltaba que me cagara una lechuza encima.

Bueno, lo que vino después fue mucho peor a que te cagara una lechuza encima.

Me estaba encaminando al salón en el que había citado a Draco para hablar. Le pude haber dicho que fuéramos a la Sala Común, a mi cuarto, o al suyo, hubiera sido lo más razonable, ¿no? Pero claro, la muy estúpida de mí quería privacidad completa, sin absolutamente nadie alrededor. Claro que fue mejor que no hubiera nadie a ahí. ¡Felicitaciones, Jade de hace una hora, fuiste inteligente!

El caso. Me senté en uno de los pupitres y jugueteé distraídamente con las páginas de un libro muggle que tenía en la mochila. Cuando pasaron unos diez minutos de eso, Draco entró. Llevaba el uniforme perfectamente arreglado al igual que su cabello. No pude evitar pensar en el beso que nos habíamos dado hacía unos días. En su cercanía, sus labios sobre los míos, sus manos en mi cintura...

—Hola —lo saludé yo, sonriendo un poco. Cerré el libro y lo guardé en mi mochila.

—Hola, Jade —me devolvió el saludo él. Se sentó en el pupitre que estaba delante de mí y me miró con curiosidad—. ¿De qué querías hablar?

Me mordí el labio levemente. ¿Debía ser directa o no? Mi naturaleza indicaba que ser directa era lo correcto, por supuesto, pero esta vez no sabía cómo actuar. Decidí quitarme toda la armadura, después de todo, éramos amigos y sabía que podía confiar en él. Que no era necesario mantener esa pared que tenía con todos para que no tocaran lo más profundo de mí.

Gran error.

—Quería que habláramos sobre el beso del otro día —dije, yendo directamente al grano. ¿Qué podía decir? No sabía dar rodeos, aunque quisiera.

Vi cómo él se tensó en su lugar, y sus ojos dejaron de ser suaves para endurecerse. O sea, fue extraño y hasta ahorita lo ando analizando. Tipo, su mirada se endureció y fue como si él pusiera todas las paredes para que no pudieran tocarlo, mientras mi mirada perdió dureza y frialdad, y me deshice de las paredes.

—¿En serio le has dado tantas vueltas al asunto? —preguntó él, arqueando una ceja.

—Bueno, sí.

Él soltó una risa burlona. —fue sólo un beso. He dado muchos besos en mi vida. He besado a Hermione, a Pansy, a Astoria, a C...

—Sí, sí, ya entendí —rodé los ojos—. Pero, ¿de verdad fue sólo un beso?

Monamour. |Draco Malfoy|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora