CAPITULO 2 -Planificando.

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La noche había llegado hace mucho tiempo, yo no me había movido de la silla en la cual me había sentado al quedarme sola en la oficina de Mcgonagall. El sueño no tardo en atacarme y me quede dormida en la incómoda silla por unas cuantas horas. Mi sueño se vio interrumpido por el sonido de alguien saliendo de una chimenea, acompañado del golpe seco de algo impactando el suelo de madera; de un brinco y con un dolor en el corazón, me puse de pie, obligándome a despejar todo rastro de sueño de mi cuerpo.

Me encontré con la profesora Mcgonagall acompañada del profesor Dumbledore, ambos se veían cansados, aunque en el caso del profesor Dumbledore, podía notar que, más que nada, se encontraba molesto, cosa extraña en el siempre agradable señor.

Señorita Parkinson – Llamo la profesora de transformaciones – Le dije claramente que la vería en el despacho del profesor Dumbledore.

Minerva, Minerva. Por favor – Comento el director intentando tranquilizar a su compañera – No descargue su estrés sobre la señorita Parkinson – Los ojos del profesor se centraron en mí y a pesar de tener una sonrisa cortes en sus labios, no pude evitar sentir algo de miedo ante el inevitable interrogatorio que me esperaba – No es por menospreciar tu despacho, pero me gustaría que charlaremos en mi despacho, ¿Nos acompañaras? Minerva.

Ahí estaré – Confirmo con total seriedad – Pero primero debo ir a hablar con el profesor Snape, para saber si hubo algún problema durante nuestra ausencia.

Perfecto, por favor avísele que necesitare de su presencia en mi despacho, a él le incumbe saber sobre la participación de la señorita Parkinson – Sin esperar respuesta, el profesor se encamino a la salida, abrió la puerta y espero a que la profesora saliera – Acompáñeme señorita Parkinson – Pidió el director con su habitual tono de voz.

El camino hasta el despacho del directo fue realizado en completo silencio, silencio el cual aproveche para pensar en una manera de incluir a Daphne en todo lo que pasaba, pero no encontré ninguna que fuera lo suficientemente lógica y creíble.

La gárgola nos dejó pasar, algo extraño para mi pues, durante más de una ocasión, vi a Dolores Umbridge intentar entrar en el mismo despacho, obteniendo solo fracasos; el interior del despacho era, cuanto menos, cálido y reconfortante. En cierto grado, me recordaba al despacho de mi madre en la mansión Parkinson, un lugar lindo donde me sentía tranquila y en paz; el despacho de Dumbledore era un lugar donde podría hablar sin miedo a ser juzgada. El profesor me guio hasta unos sillones frente a la chimenea del cuarto, donde me pidió que tomara asiento, a lo cual obedecí sin pensarlo mucho. Pensé que el profesor se sentaría delante de mí y daría comienzo al interrogatorio, pero eso no paso. El director camino hasta donde su escritorio, lo rodeo, y dejo algo dentro de la jaula de aves que antes pensaba que solo era ornamentaría.

Unos agudos alaridos inundaron la sala, con mi conocimiento en animales en mano, pude deducir que eran producidos por un ave y así me lo confirmo el director poco después – Le pido que disculpe a Fawkes. Mi fénix ha tenido un pesado día – Comento el profesor dándome así la información sobre lo que producía el ruido.

Finalmente, el profesor tomo asiento delante a mí, su mirada no se conectó a la mía, volteo a mirar hacia su escritorio una vez más y con un movimiento de su mano derecha, acerco una tetera con dos tazas. Yo ya me comenzaba desesperar, por lo cual comencé a hablar – Estoy en problemas ¿verdad?

Bueno, a decir verdad, tras los sucesos de esta noche, todos estamos en problemas – Dumbledore atrajo otras dos cosas cercanas a su escritorio – ¿Gusta azúcar? – Pregunto el profesor señalando la taza de té que en algún momento me había acercado. Yo negué en respuesta, pues no era fanática del té dulce. Un plato apareció delante mía, flotando, con un trozo de tarta de calabaza – Le pido por favor que coma algo, la plática que tendremos será muy larga y estoy seguro de que usted no ha cenado.

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