CAPITULO 2-TOQUE.

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Durante los siguientes tres días la mortifaga Bellatrix Lestrange repitió el mismo proceso de envenenarme con el veneno paralizante y preguntarme diferentes cosas (pasando por múltiples recetas de pociones, datos históricos aleatorios, diferentes debilidades de criaturas, las maldiciones imperdonables, etc.) en diferentes cantidades, los peculiares manoseos fueron una constante en nuestros entrenos, la mortifaga siempre me daba algún intento de caricia en mis mejillas o en mis hombros, cosa que me incomodaba en exceso, pero que nunca manifesté. La constante exposición al veneno me comenzó a pasar factura, pues mi siclo de sueño, el cual ya se había visto afectado por los sucesos del año pasado, fue alterado al máximo; algunas noches me las pase despierta hasta que el sol salía y otras me quedaba profundamente dormida. Las pesadillas también se volvieron más reales y frecuentes, en mis sueños, mi madre me reprochaba el haber sido una mala hija, algo totalmente irreal pues mi madre nunca me hubiera tratado de esa manera, pero que en el reino de los sueños se sentían reales.

El cuarto día de la primera semana de mi estadía en casa fue el que rompió con la costumbre de envenenarme, aquel día fue el primer día en el que me probo en duelo. Ambas caminamos hasta el mismo salón que el año pasado había sido testigo de las palizas que mi padre me habían dado.

Muy bien Pansy querida. Me has dejado sorprendida por tu resistencia y conocimiento – Mis ojos comenzaron a ver e a todos los lados menos a la mortifaga, sentía que algo iba muy mal – Pero quiero saber que tan bien te puedes mover, es algo muy importante para mí.

Un zumbido muy ligero se escuchó por el cuarto, yo di un salto hacia atrás mientras desenfundaba mi varita, un hechizo de color rojizo impacto el suelo, dejando ligeramente carbonizada la madera. Otro zumbido desde otro lugar nació, di una media vuelta hacia la derecha, esquivando por muy poco el hechizo que golpeo de lleno a la pared de ladrillo y dejo una marca negra; mis ojos se encontraron con las personas que me habían atacado, dos personas; dos oponentes, dos mortifagos. Una mujer de cabellos cortos de color negro que rondaba la treintena y el otro era un hombre con una prominente barba desalineada y llena de canas, sus cabellos negros le llegaban hasta los hombros y parecía que pocas veces lo lavaba.

Atenta y preparada me dispuse a atacar, pero de repente sentí como mi varita era sustraída de mi mano con mucha velocidad, tanta que me provoco un fuerte ardor en mi palma izquierda, volteé mi cabeza hacia donde se encontraba Bellatrix Lestrange, quien me miraba con una gran sonrisa que dejaba ver su descuidada dentadura, levanto su mano izquierda y movió en el aire mi varita tomándola entre su dedo pulgar e índice – Hoy no Pansy, quiero que intentes aguantar 1 minuto a los ataques de estos dos, solo esquiva, ya tendrás tu oportunidad de atacar, si es que no te matan claro – La risa de la mujer dio inicio a otra lluvia de hechizos. Yo hice caso a la indicación, no me arriesgue a intentar hacer uso de magia no verbal; a cada segundo que pasaba parecía que los dos mortifagos desconocidos aumentaban la velocidad de sus hechizos, no solo eran conjurados a mayor velocidad también sentía que los mismos se desplazaban más rápido; cerca de concluir el tiempo que Bellatrix había dicho, un hechizo me termino impactando directamente en el pecho, arrojándome con fuerza contra una pared. Sentí mis pulmones desfallecer, el sudor por mi rostro y cuerpo correr, la sangre brotando dentro de mi boca y el dolor aplastante en mi pecho y espalda; el sonido de unos tacones golpeando la madera llamo mi atención – Estuviste muy cerca, solo te faltaron 5 segundos, tan solo cinco – La inconfundible voz de Bellatrix inundaron mis oídos – Que lastima, detesto cuando alguien tan lindo como tu falla – Levanto su varita y grito – ¡Crucio!

Diez veces recibí la maldición imperdonable en mi cuerpo, intente resistir mis gritos mordiendo mis labios lo cual funciono durante los tres primeros impactos, pero en los últimos dos no pude evitar gritar por el dolor que mi cuerpo sentía. Cuando mi castigo finalmente termino, mi cuerpo no dejaba de temblar mientras que la risa de la mujer perforaba mis oídos, podía apreciar como un vapor salía de mi cuerpo, el ardor era insoportable.

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