Capitulo 2 - Canción de cuna.

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Me encontraba con mi mirada perdida, desde la torre de astronomía observaba el lejano amanecer brotar desde el lago negro. El balcón del lugar se encontraba enterrado bajo una capa de nieve de casi 5 centímetros de espesor, mi mano derecha descansaba sobre aquel blanquecino manto sintiendo como mi piel se quejaba por el tacto. Mis ojos ardían con tanta constancia que me costaba mantenerlos abiertos, tenia que pestañar de forma casi compulsiva. Estaba tirada sobre el suelo de madera, con mi espalda recargada en el muro en una posición muy incómoda.

Un rayo de luz dorada traspaso las furiosas nubes, directamente me apunto en el ojo izquierdo, otorgándome un poco de calor que yo no quería y dejándome por un momento cegada. Cerré mi ojo para no lastimarlo.

Suspire, derrotada. Mi garganta se sintió desangrar al momento en el que el aire fue expulsado, el clima había inflamado mi laringe, provocando un profundo dolor. Observe mi antebrazo, el horrible tatuaje estaba ahí, intacto, inexpugnable; burlándose de la forma en la que me veía afectada por el clima – Nunca te iras – Le pregunte – Jamás – Contesto.

No sentía mis dedos, intenté moverlo, lo conseguí, pero cada movimiento me causaba un profundo dolor. A pesar de todo el malestar que tenía afligido en mi cuerpo, me sentía en paz. Dentro de mi cabeza no había ninguna nube tormentosa. Simplemente no había nada.

Me tuve que levantar, sintiendo mi cuerpo crujir al abandonar la posición que llevaba adoptada por bastantes horas. Fui a las cocinas del castillo, el desayuno estaría pronto a comenzar, pero no tenía apetito y mucho menos quería verme con alguien. Acaricie la pera en el lugar donde era necesario para que me dejaran pasar, como siempre que entraba, todos los elfos me saludaron con su peculiar respeto y honestidad que caracterizaba a los elfos del colegio, tras tantas veces que ya había estado en la cocina los elfos ya estaban acostumbrados a que yo me encargaría de cualquier cosa que necesitara.

Tome una taza de entre toda la vajilla, una de color blanco, igual a todas las demás, de un impoluto color blanco con bordes dorados, en uno de los fogones deje una tetera con suficiente agua para dos dosis de mi brebaje. De una de las gavetas saque una bolsa de papel que, en una fuente gruesa elegante e impoluta de color negro, mostraba su nombre:

                                                                   Piccola Vecchia Anima.

                                                                         Café italiano.

Apague la llama, haciendo uso de un trapo tomé el asa de la tetera y con el cuidado de un cirujano regué el agua caliente en el interior de la taza. Espere unos segundos, deje sobre la estufa la tetera, atraje una cuchara con mi magia, un utensilio que había olvidado, la hundí en los finos granos de la bolsa y deje caer el contenido en la taza, repetí el proceso dos y tres veces más.

Removí el turbulento liquido en el sentido del pasar de las manecillas de un reloj. Una vez que la mezcla se volvió homogénea, di el primer trago a la amarga bebida.

Mi lengua sintió un cosquilleo mientras el líquido se acumulaba en mi boca, todo mi cuerpo tembló en placer al recibir el líquido, mi mente se aturdió unos cuantos segundos, todas las preocupaciones se evaporaron momentáneamente, no había nada, la marca no existía, la guerra no existía, Voldemort no existía, yo misma...no existía.

Fue una linda fantasía que murió demasiado rápido.

Necesite de otro trago, uno lento que intentaba alargar tanto como se pudiera aquella sensación de aturdimiento, mi primera taza se terminó demasiado rápido. Suspire, dejando escapar todo el aire tras el último trago. Sintiéndome flotar prepare la segunda taza con el doble de café y volví a zacear mi necesidad.

Serpientes Valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora