Capitulo 3 - Consecuencias.

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Cuando llego el momento de retornar al castillo, en una tarde tan gris como se había vuelto el mundo a nuestro alrededor, fui totalmente sola, con mi baúl encantado preparado para seguirme a cada paso que mi persona diera por el lugar a un radio de cinco metros de distancia entre el objeto y yo. Dragû como siempre había hecho desde que consiguió volar por primera vez con absoluta perfección, fue por su propia cuenta hasta la estación de trenes. No me despedí de mi padre, no me intereso ni un poco.

Desde el salón de la casa utilice mi varita para realizar el hechizo de aparición con las alteraciones necesarias para poder llevar conmigo el equipaje necesario, cosa de segundos para poder estar en la plataforma, arregle mi cabello preparada para abordar en el menor tiempo posible, pero antes siquiera de dar más de un par de pasos, alguien me detuvo tomándome con fuerza y entonces volviendo a desaparecer, no tuve oportunidad de defenderme fueron movimientos tan rápidos y precisos que me dejaron humillada.

En cuanto todo dejo de dar vueltas pude tratar de ofrecer un poco de resistencia, conseguí que me soltara, un brusco movimiento provoco que su mano se revelara, desenfunde mi varita y con un pie frente al otro me prepara para atacar, solo utilizaría expeliarmus hasta descubrir de quien se trataba, no quería terminar por dañar a alguien que quizás solo se había confundido de persona a tratar de secuestrar. Nos encontrábamos en lo que parecía ser un callejón, no había espacio para realizar mi habitual combate, pero si que era suficiente para dar pelea, de manera refinada y casi en total estático comenzamos a repartir hechizos, todos ellos o no verbales o en apenas susurros, todos bloqueados con toda la destreza del mundo, la defensa de mi rival era formidable pero la mía no se quedaba atrás, una brecha en su escudo se abrió, era arriesgado lo que estaba por hacer, pero sabía que valdría la pena, desvié otro de sus hechizos, realice una finta como si fuera a continuar atacando, sin dudarlo se posiciono para cubrir, dejo al descubierto una parte de su torso, con una media vuelta me acerque a mi enemigo, quedando demasiado cerca del brazo donde empuñaba la varita.

Sentí la punta de su varita contra mi cuello, una clara muestra de su victoria, claro si no fuera porque yo también estaba clavando mi varita contra la piel de su cuello en una posición algo incomoda, pero que resultaba más que efectiva – No se equivocaban al hablar de tus habilidades – El oír a alguien hablando el idioma del país donde nací me sorprendió, pero no me distrajo – Bajare mi varita, haga lo propio y podremos hablar como personas civilizados – Una cuenta atrás silenciosa de tres segundos, ambas despegamos nuestras armas, nos dimos algo de distancia – Buenas tardes señorita Parkinson, lamento el mal entendido.

Me di la oportunidad entonces de detallar a mi oponente, una mujer de unos 30 o 35 años, de cabello castaño, lacio y tanto o más corto que el mío, sus ojos de color miel – Lo mismo digo, lamento decirle que no están siendo buenos días para ir por ahí secuestrando gente.

Y que lo digas, se nota que las cosas están muy locas – Miro por encima de mi hombro, como si temiera que nos hubieran visto – Escucha no tengo mucho tiempo, iré al grano... – Del interior de su camisa saco una placa de color dorado con grabados, me la acerco un poco para que la viera, pertenecía al ministerio de exterior rumano y le acreditaba como la agente de campo Danvers – nuestra ministra esta más que intrigado en todo lo que esta pasando con Riddle, el mortifago a quien mataste, le llevábamos siguiendo la pista desde hace años, después de la primera guerra, nunca pudimos comprobar que trabajara con Riddle, pero tu si que lo conseguiste. Hemos reforzado la seguridad nacional, tenemos todo medido para que en caso de que ganara se encontrara con una gran resistencia de nuestra parte.

Que puedo decir, me gusta ayudar – Intente bajarle hierro al asunto – Pero no creo que eso sea lo que te trajo aquí. No se arriesgarían tanto solo para pasar la noticia.

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