Epilogo - Cambio de planes.

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A-amelia – Llamo con su voz golpeada – por favor – suplico – Merlín, te mueves demasiado rápido – Solo recibía quejidos en respuesta por parte de la mujer que no dejaba de moverse ni por un instante. El sudor caía por su frente en espesas gotas, sus lentes estaban empañados y sentía su cuerpo tan tenso que parecía estar a punto de romperse. Un profundo aullido desde el fondo de la garganta fue la señal previa a que todos los movimientos se detuvieran, dándole un poco de calma de tanto esfuerzo físico a ambos hechiceros que jadeaban mientras sentían sus corazones acelerados –. Creo...creo que me voy a desmallar.

Una fatigada risa respondió ante aquella declaración – ¿Soy demasiado exigente para ti, James? – Pregunto con ese toque de gallardía tan propio suyo.

Demasiado – No dudo en contestar, espero unos segundos tomando un poco más de aire que tanto necesitaba para tranquilizar sus fuertes palpitaciones –. Ni siquiera Ginny me ha cansado tanto; creo que...eres tan exigente como buscar un horrocrux.

Coloco su frente sobre el hombro derecho del fatigado león, sintió su propio cuerpo relajarse, el viento soplo un poco más fuerte, los olores le relajaron, sentía que no podía existir lugar más perfecto ni momento más estimulador para cada uno de sus sentidos.

¿Seguro qué esto que hacemos no te meterá en problemas? – Sus ojos luchaban por no cerrarse, el cansancio le estaba ganando.

¿Por qué debería? – Pregunto mientras comenzaba a peinar los cabellos de la joven de ojos avellana – No es como que hagamos algo malo.

¿Qué hay de tu novia? –.

Lo entenderá – Garantizo – en realidad no creo que le moleste, siempre hemos garantizado el tener cierta autonomía – Observo como la chica comenzaba a cabecear tratando de mantenerse despierta –. Puedes descansar, me quedare a tu lado, como siempre lo hago.

Suspiro con tranquilidad cuando la respiración de la pelinegra se volvió totalmente regular, la tristeza que por momentos le invadía al recordar como las cosas se habían dado entre ellos, los sentimientos tan fuertes que le habían llegado, desaparecía en cuanto podía verla dormir como la princesa que era. Desde aquella noche donde la había encontrado en su forma de animaga temblando en una esquina de la sala común, temblando como si sufriera el efecto de una maldición cruciatus misma noche donde el había compartido cierto grado de angustia, una rutina había iniciado; cada noche trataba de juntarse con la pelinegra, cuando el reloj marcaba pasada la media noche, normalmente le encontraba en esa misma esquina, convertida en ese imponente animal, se sentaba a su lado y solo tenia que esperar, siempre era ella quien daba el primer paso, colocando su cabeza sobre el regazo del león, pidiendo cariño tras unos cuantos segundos, mismo que sin dudar le daba, largas horas monitoreaba que el sueño de quien tanto apreciaba no se viera alterado por fuerza alguna, siempre que parecía llegar alguna pesadilla que atentaba con terminar el descanso, retomaba sus caricias sobre el pelaje o cabello, susurraba palabras tranquilizantes hasta que todo volvía a una calma relativa.

No todas las noches les era posible encontrarse, por pedido expreso de la serpiente el león de bebía de tener noches junto a su pareja y amigos, no levantar sospechas, ella no quería generarle algún problema al joven que de forma tan desinteresada. Tras mucha insistencia el joven acepto con la promesa y exigencia que aquellas horas de ausencia serían compensadas al día siguiente. Utilizaron salones, armarios, pasillos e incluso baños vacíos, para que la jovencita durmiera, así lo habían estado haciendo durante muchas semanas sin falta, paso septiembre y cuando se encontraban a mediados de octubre dieron un siguiente paso.

Su cita de aquel día se había desarrollado en lo profundo del bosque prohibido, la serpiente con piel de lobo guio el camino sin temor, más rápida que el león le hizo quedar fatigado. Potter agradeció el voto de confianza a su persona que supuse el que Pansy le mostrara un lugar tan importante como lo era aquella rudimentaria "madriguera" que con sus propias patas/manos había fabricado la serpiente, debajo de una gruesa raíz de un árbol, con vista fija a una pequeña playa donde rompían las olas del lago negro; sin embargo, no podía negar cierta incomodidad estando en la intemperie en pleno otoño, por eso mismo llevo mantas y demás objetos para volver más acogedora. A pesar de casi fenecer al tratar de seguirle el paso a su compañera en su forma animaga, de estar en un agujero en suelo, acostado sobre una manta vieja, cubierto por otra igual de vieja, su sentir era de dicha, feliz se encontraba sintiendo el peso de una serpiente pelinegra durmiendo sobre su pecho, una sensación de paz le envolvía. Pero a la vez no podía negar ni por un segundo la profunda tristeza y preocupación que le encogía el corazón de forma constante conforme más tiempo pasaba cerca de la serpiente, la forma en la que comenzaron esa extraña rutina ya le había mostrado que las cosas no iban del todo bien dentro de la mente de Amelia, creía que se trataba de algo parecido a lo que su pelirrojo amigo y muchas otras personas vivían, un ligero estrés postraumático propio de los tiempos tan duros que habían atravesado, pero cuando cada noche la encontraba temblando con tanta fuerza que sus dientes castañeaban, bañada en una fría capa de sudor y suplicando, implorando a la más absoluta nada que se detuviera, el panorama se volvió más claro, algo había ocurrido, tras esas miradas perdidas que siempre tenía la chica se podía deducir, algo demasiado fuerte, un tema del cual no obtendría respuesta a menos claro que insistiera con toda su fuerza. Pero el problema es que esa medida no parecía ser buena idea, no se imaginaba que algo bueno saliera de forzar demasiado la conversación.

Serpientes Valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora