Capitulo 2 - Vida y Muerte.

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El día de la primera reunión con el profesor en el club de las eminencias, un nombre que me seguía pareciendo tan o más exagerado que la guardia de Umbridge con la importante diferencia de que el club no se dedicaba a hacerle la vida imposible a otros alumnos. Me aliste lo mejor posible para dar una buena impresión a quienes sean que estuvieran en la reunión, me puse una camiseta de color verde boscoso que llegaba hasta mis muñecas, desabroche los primeros dos botones de la misma, dejando a mi vista mi casi inexistente escote y permitiendo que cualquier curioso pudiera ver la cadena del relicario que me regalaron mis hermanitas. El pantalón de color negro se ceñía a mis largas y tonificadas piernas, los bolsillos de este eran mucho más funcionales de lo que se podía esperar, mis manos cabían a la perfección dentro de ellos e incluso terminaba sobrando un poco de espacio, cosa útil por si el frio conseguía afectarme, cosa casi imposible, pero que valía la pena barajar. Mi cabello lo acomodé lo mejor que pude realizando un improvisado moño trasero, fue durante los 15 minutos que me tomo realizar mi peinado de la forma menos lamentable posible que tome la decisión de no volvérmelo a dejar tan largo, no quería tener que volver a pasar por tal ladilla. Me observe en el espejo de la habitación, preguntándome si necesitaba algo más para deslumbrar, sentía la necesidad de verme linda aquella noche, aunque no sabía por qué; al final decidí ponerme un poco de maquillaje, un labial de color rojo que me recordaba a la casa de los leones.

Creo que le preguntare a Luna si le apetece un trio contigo – No mentiré que me asusto el escuchar el repentino hablar de mi amiga teñida.

Tu y yo sabemos que estas mintiendo. Nunca permitirías que alguien más tocara a tu chica – Le tire en cara la forma "posesiva" que tenía al ver que alguien intentaba acercarse de una forma para nada amistosa con su águila.

Luni me comento que ella también ira a esta cena, Slughorn – Me di cuenta que iba a comenzar a divagar en sus pensamientos, pues estaba a nada de pedir algo que de alguna manera le avergonzaba.

No te preocupes Daphne, si alguien le hace algo a Lovegood, me encargare de que desee estar muerto – Asegure con toda la seriedad del mundo pues era real.

Daphne se acercó a mí, observo con detenimiento mi atuendo, tomo sin miedo alguno mi camisa y abrocho uno de los botones – Sabes, creo que te hubiera quedado bien una corbata – Sin molestia alguna apunto con su varita mi armario e hizo salir desfilando todas las corbatas que tenia, escogió una de color azul rey junto a una de color morado, las puso frente a mi observando como combinaban con el resto del atuendo, prontamente descarto la idea, regresando a su lugar de descanso a todas las prendas – Okey, estaba equivocada – Sus ojos pasaron a mi desordenado moño, dejo escapar un ligero ataque de risa el cual yo compartí – Es muy extraño verte con el cabello largo y es aún más extraño que te quede tan bien el llevarlo tan desordenado. No te quito más tiempo, ve y disfruta la noche.

Daphne me quito mi roll de hermana mayor por una noche, cosa que no me molesto, con gusto el cedi ese puesto y ella lo disfruto – Intentare no llegar muy tarde – Le di un abrazo como despedida, una que se alargo por bastantes segundos, la fuerza del mismo se mostro un poco excesiva pues provoco que nuestras anatomías se juntaran en un limite que para muchos denotaría el espectro de un acto erótico, pero, en honor a la verdad sea dicho, no hay forma alguna en la que yo pudiera sentir algún tipo de deseo sexual por mi amiga. No porque no me parezca linda, solo porque no es mi leona – Nos vemos Daph.

Más pronto que tarde me encontré con Lovegood en uno de los pasillos. Con un vestido de volantes de un color tan plateado que brillaba al recibir cualquier tipo de iluminación, tenía múltiples volantes que recordaban a la falda que las bailarinas de valet utilizaban y parecían marcar algún tipo de separación en la continuidad del atuendo, aunque eso era no más que una hipótesis personal. Su cabellera larga y dorada se encontraba bastante desordenada como era común en ella, algunos risos se formaban mientras que otros mechones se quedaban lacios; de sus orejas colgaban sus característicos e inconfundibles aretes en forma de rábanos que desde el primer año le había notado. No había ni una mancha de maquillaje que pudiera estropear tan angelical rostro que no requería de ningún medio artificial para brillar con tanta fuerza que los dementores desaparecerían despavoridos de encontrarse frente a la chica. Sus azulados ojos me estudiaron de pies a cabeza, una, dos y hasta tres veces; sin un toque de burla en su rostro, era pura curiosidad con la que me observaba.

Serpientes Valientes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora